Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
MISERICORDIA Y PERDÓN


He escuchado en la Iglesia a alguno que ha dicho que estamos «más preocupados en confesar nuestros tontos pecados, que en ver todo lo Bueno que Dios hace en nuestra vida».
Sin embargo, ha dicho el Papa Francisco -a quien quizá, en Uruguay, por cercanía geográfica de origen tendemos a olvidar que es el Sucesor de Pedro y por tanto, el lugar que ocupa-: «Un signo importante del Jubileo ES TAMBIÉN la Confesión. Acercarse al Sacramento con el cual somos Reconciliados con Dios equivale a tener experiencia directa de Su Misericordia. Es encontrar el Padre que Perdona. Dios Perdona todo. Dios nos comprende, también en nuestras limitaciones, nos comprende también en nuestras contradicciones. Él con Su Amor nos Dice que CUANDO RECONOCEMOS nuestros pecados nos es todavía más cercano y nos anima a mirar hacia adelante. Dice más, que CUANDO RECONOCEMOS nuestros pecados, y PEDIMOS Perdón, hay Fiesta en el Cielo, Jesús hace Fiesta y esta es Su Misericordia. No os desaniméis. Adelante, adelante con esto» (Audiencia. 16-12-2015).

Dios nos Perdona, ciertamente, y no hay pecado que no Quiera o no Pueda Perdonar; pero esa Misericordia se alcanza y sólo se alcanza, cuando en nuestro corazón existe un verdadero dolor y arrepentimiento de nuestro pecado y con él, buscamos Su Perdón. La Misericordia no es un derecho, es un Don. «Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás» (Sal 51, 17). «No todo el que Me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la Voluntad de Mi Padre que está en los Cielos» (Mt. 7, 21). «Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mt. 6, 12): Oración Enseñada por nuestro Señor y Condicionante al momento de ser nosotros Perdonados. Y el Apóstol Santiago nos advierte que «El Juicio será sin Misericordia para aquel que no hizo misericordia» (2, 13a), pero para quien vive en el Amor a Dios y en Su Obediencia, el propio Apóstol que habla inmediatamente a esto de la necesidad de las Buenas Obras (2, 14-18), nos da un consuelo: «La Misericordia se ríe del Juicio» (2, 13b). Habrá Juicio luego de esta vida, eso está claro, pero, ¿hay Obras hechas en Gracia y Amor de Dios? ¿Hay arrepentimiento, dolor, del pecado cometido? Entonces Dios, Justo Juez, nos Concede, porque nos Ama, Su Misericordia y por tanto nos Abre la Puerta del Cielo.

Misericordia es la capacidad de sentir la desdicha del otro desde el corazón. Pero con la Misericordia entendida según Dios, de la Misericordia según el Evangelio de nuestro Señor, de la Misericordia como siempre la ha explicado, vivido y ofrecido la Santa Iglesia de Cristo; Misericordia abierta a todos sin excepción, pero que requiere de cada cual la conciencia, ese conocimiento de nuestros actos, fundamental para elevarnos sobre nosotros mismos a Dios. El padre esperaba en el camino, cada día, con los brazos abiertos y dispuesto al perdón, que el hijo pródigo regresara; pero no fue hasta que este reconoció, se arrepintió, se humilló, se puso en camino de regreso, y ya rodeado del amor misericordioso de su padre, confesó su culpa y declaró su arrepentimiento, lo que le alcanzó la plena reconciliación (Lc. 15, 11-24). Imagen definida en detalle, del camino de Conversión necesario e ineludible para alcanzar la Salvación de nuestra alma.

«Dios Reprueba tus pecados. Si tú haces lo mismo, te unes a Dios» (S. Agustín, Catecismo Católico, n. 1458)

Semper Mariam In Cordis Tuo.

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