Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
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«Qué dispuestos estaríamos a recibir las Gracias de Dios si tuviéramos un juicio recto y exacto sobre nosotros mismos; sobre nuestras verdaderas cualidades, reconociéndolas sin exagerarlas y refiriéndolas a Dios; y sobre nuestros verdaderos defectos y nuestras miserias. sin exagerarlas tampoco, sino viéndolas a la Luz de Dios. El orgullo sería entonces imposible. Los Santos vivían bajo esta Luz. Pequeñas faltas que nosotros consideramos como naderías les parecían enormes a causa de su altísima idea de la Santidad de Dios y de su horror profundo por la menor imperfección. Y como estaban iluminados de una manera extraordinaria, la Humildad de abyección les confundía cuando contemplaban su miseria y les hacía pronunciar sobre sí mismos unos juicios que nos asombran.

Camina con la mirada fija en lo Alto. Elévate hacia Dios constantemente. Deja la tierra en la tierra. Da tu corazón a Jesús cada vez más. No esperes para eso ser Pefecto. No. Dáselo ahora. Dios, que te Conoce y que Vela sobre ti, te dará lo que necesites en tiempo oportuno» (P. Robert de Langeac)

«"Vosotros, como piedras Vivas, sois edificados como Casa espiritual para un Sacerdocio Santo, para ofrecer Sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo" (1 Pe 2, 5): todo esto no significa otra cosa que responder siempre y constantemente, con tenacidad y de manera consecuente, a esa única pregunta: ¿Tú amas? ¿Tú me amas? ¿Me amas cada vez más?» (S. Juan Pablo II).

Semper Mariam In Cordis Tuo.
 El Cristiano, ¿un conformista?

«No amen al mundo, ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el Amor del Padre no está en él» (1 Jn 2; 15): lo que muchas veces hemos hablado, no poner nuestro corazón, posesión, interés, en las cosas de esta vida por sí mismas, fuera de Dios. Por eso dice “el Amor del Padre no está en él”, porque en el corazón no hay lugar para Dios.

S. Juan dice en otro lugar: «En esto está la confianza que tenemos en Él: en que si pedimos algo según Su Voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que le pedimos» (1 Jn 5; 14-15).

¿Cuál es la bisagra aquí?

Pedir según Su Voluntad.

Pero como de ordinario no tenemos manifiesta esa Voluntad, entonces seguimos el ejemplo del mismo Jesús: «Si es posible…pero no se haga como Yo Quiero, sino como Quieras Tú». Así lo entendieron los Santos y por eso eran felices. Ellos querían lo que Dios Quería, y no querían lo que Dios no quería. De esa forma, siempre veían cumplidos sus deseos.

Todo esto parece redundante, pero hoy día es necesario hacerlo materia de continua meditación, pues, ¿cuántas veces este mundo exitista nos ha hecho perder el rumbo?

El cristiano no es una persona conformista, sino conformada, es decir, hecha a la forma de su Modelo, que es Jesús. Esto era lo que hacía decir a S. Pablo: «No soy yo el que vive, sino que es Cristo el que vive en mí». Ver a Pablo, era ver a Cristo. Y este Bendito Señor, dijo: «¿De qué sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?» Y en otro lado: «El que ama su vida (según venimos diciendo), la pierde; y el que odia (es decir, el que ama menos) su vida en este mundo (que es pasajero) la guardará para una Vida Eterna» (Jn. 12; 25).

Luego dice: «Si alguno Me sirve, que Me siga, y donde Yo esté, allí estará también Mi servidor» (Jn 12; 26)

Si leemos los versículos anteriores y posteriores, tenemos el contexto de lo que se está refiriendo. Dice:

«En Verdad, en Verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto» (v24). «Ahora Mi alma está turbada. ¿Y qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! ¡Pero si he llegado a esta hora para esto!»(v.27).

Nos está hablando, pues, de la Cruz (He llegado a esta hora para esto). De la Cruz Redentora (Si el grano muere, da mucho fruto).

Por otro lado, la exhortación “que me siga”, recuerda inmediatamente aquella otra invitación: «El que quiera seguirme, tome su cruz cada día, y que Me siga». Hablando en singular, como decíamos una vez, porque en la práctica no son muchos los que aceptan voluntariamente esta forma de seguimiento.

Así vemos que ese estar donde Él está, es la Cruz que poco después abrazaría con amor Ardiente; Cruz que también nosotros debemos abrazar con el mismo ardiente querer. Y para que nadie crea que esto es locura, o sufrimiento inútil o masoquista, se nos hacen dos Promesas: este “morir” a nosotros mismos y al mundo por la Cruz que Dios Quiera darnos, «da mucho Fruto» (nótese que Jesús habla en presente); y luego dice que por servirle de ese modo, «el Padre nos honrará». ¿De qué manera? Con la Vida Eterna.

Algunos rechazan todo esto, porque quieren alegría, alivio, bonanza…todo ahora y no luego. Pero este es un razonamiento muy pobre. Un momento de renuncia, por una Eternidad de Alegría. Un momento de sufrimiento, por una Eternidad de alivio y salud.

No hay paciencia para aguardar, es ahora o ya no vale; como si no nos estuviéramos acercando rápidamente a esa Eternidad cada día y cada momento que pasa.

Por eso los cristianos, por eso tú y yo, ni somos conformistas, ni somos tristes. Vemos la vida con los ojos de la Fe; trascendemos lo sensible, lo material, y ponemos cada cosa en su justo lugar. «Pedís y no recibís, dice el Apóstol, porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones»(Sant. 4; 3).

Y nos advierte: «¿No sabías que la amistad con el mundo, es enemistad con Dios?» (Sant. 4; 4).


Semper Mariam In Cordis Tuo.



FE Y AMOR

Ambas cosas hacen falta para acercarnos al Sacramento del Altar.

Pero ¿cuál es la medida de nuestro amor? Sabemos que para que Jesús se haga Realmente Presente en la Eucaristía, no se necesita la Fe de los que participan, pero la Gracia que cada cual recibe, la recibe en la medida de su disponibilidad.


Dice S. Efrén: "Oh Señor, no podemos ir a la piscina de Siloé a la que enviaste al ciego. Pero tenemos el Cáliz de Tu Preciosa Sangre, llena de Vida y Luz. Cuanto más puros somos, más recibimos". El Crisóstomo decía también, que al bajar del Altar, deberíamos hacerlo "haciendo temblar al infierno". Tales fuerzas de la Gracia, están disponibles para todos nosotros. Pero las vamos alcanzando, cuando comenzamos a vivir nuestra relación con Jesús, de una manera más profunda, basados en el mutuo amor. Al amor llegamos por el conocimiento de Cristo, no se puede amar lo que no se conoce, pero en un momento del proceso, ya nos apartamos de los raciocinios y simplemente lo miramos. "Me mira y lo miro", decía el Santo Cura de Ars, haciendo realidad aquello de S. Cirilo de Jerusalén: "Así como dos pedazos de cera derretidos juntos no hacen más que uno, de igual modo el que comulga, de tal suerte está unido con Cristo, que él vive en Cristo y Cristo en él". Él se quedó en el Sagrario para que no nos sintiéramos solos, para decirnos cada día que no es un Dios lejano, perdido en algún punto del espacio. Se quedó ahí, para recordarnos que Su Sacrificio en la Cruz, no es un dato histórico. Nuestro proceso para comprender puede tardar, pero no importa cuánto, porque cada uno es diferente y Dios se "adapta" a esa diferencia; importa que cada día busquemos acercarnos más. Escribió la Beata Ángela Foligno: "Si tan solo nos detuviéramos por un momento para considerar con atención lo que ocurre en este Sacramento, estoy segura que pensar en el amor de Cristo por nosotros transformaría la frialdad de nuestros corazones en un fuego de amor y gratitud."

Semper Mariam In Cordis Tuo.