Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
NUESTRA ESPERANZA ESTÁ PRECEDIDA POR LA ESPERA DE DIOS


«El hombre es la única criatura libre para decir sí o no a la Eternidad, es decir, a Dios. El ser humano puede apagar en sí mismo la Esperanza eliminando Dios de la propia vida.

He aquí entonces el sorprendente descubrimiento: ¡la Esperanza mía y nuestra, está precedida por la Espera que Dios cultiva con respecto a nosotros! Sí, Dios nos Ama y justamente por esto Espera que regresemos a Él, que abramos el corazón a Su Amor, que pongamos nuestra mano en la Suya y que recordemos que somos Sus hijos. Esta Espera de Dios precede siempre a nuestra Esperanza, exactamente como Su amor nos alcanza siempre en primer lugar (1 Jn 4,10). En este sentido la Esperanza cristiana viene llamada «Teologal»: Dios Es la Fuente, el Apoyo y el Fin. ¡Qué gran consuelo en este Misterio!

Dejémonos entonces guiar por Aquella que ha Llevado en el Corazón y en el Seno el Verbo Encarnado: María, Virgen de la Espera y Madre de la Esperanza, Reaviva en toda la Iglesia esta Virtud, para que toda la humanidad se vuelva a poner en camino hacia Belén, de donde ha Venido, y de nuevo Vendrá a visitarnos el Sol que Surge de lo Alto, Cristo nuestro Dios. Amén»
(Benedicto XVI, Obispo Emérito de Roma, 2-12-2007).

Semper Mariam In Cordis Tuo.
MÁS QUE NINGUNO


No te compares con algunos, ni siquiera con uno solo. Porque ¿qué sabes tú, si aquel uno, a quien consideras como el más vil y miserable de todos, qué sabes, insisto, si, Merced a un cambio Operado por la Diestra del Altísimo, no llegará a ser mejor que tú, o si lo es ya a la Mirada de Dios? Por eso el Señor Quiso que eligiéramos no un puesto mediano, ni el penúltimo ni siquiera uno de los últimos, sino que dijo: «Vete a sentarte en el último puesto» de modo que sólo tú seas el último de los comensales, "Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille será ensalzado" 
(Lc. 14, 11)».

Semper Mariam In Cordis Tuo.

¿QUÉ HACE DIOS?

El mundo parece perdido, pero no lo está. Sólo está triste y desorientado.Falto de Esperanza.
Quizás ese ha sido el gran golpe que el adversario de las almas le ha podido dar. Pero ¿perdido? ¡No! Si así lo creyéramos, estaríamos diciendo entonces que Dios ha perdido. Y esto no es un error, es una blasfemia.

¿Y qué hace Dios?
Respondamos al incrédulo y desesperanzado con la Beata Madre Teresa de Calcuta: «Nos ha Hecho a ti y a mí».
Porque tú y yo somos cristianos, y por tanto, somos los portadores de la Esperanza. Sí, porque Jesucristo es la Verdadera Esperanza para este mundo, y tú y yo, que creemos en Él, lo llevamos a los demás con nuestra acción y nuestra palabra. Si mi entorno –familia, amigos, compañeros de trabajo-, saben que soy cristiano, y cuando el mundo parece que se nos viene encima, nos ven quejarnos, desanimarnos, deprimirnos, cuando no, enojarnos contra el mismo Dios –“¿por qué a mí”?-, sin darnos cuenta reafirmamos y profundizamos más su desesperanza. Si ante un problema, grave o no, mis hijos me ven decaerme y nunca escuchan de mis labios una invocación a Dios, ni una palabra de aliento fundado en la Fe en la Divina Misericordia y Bondadosa Providencia, entonces, seguramente, ellos tampoco conocerán ni vivirán al crecer y madurar, la Paz que trae la Virtud de la Esperanza.
Eso, por muchas razones humanas que podamos encontrar, no puede ser parte de nuestra vida cristiana.

Por la Esperanza, dice el Catecismo, «aspiramos al Reino de los Cielos y a la Vida Eterna como Felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las Promesas de Cristo y apoyándonos NO EN NUESTRAS FUERZAS, sino en los Auxilios de la Gracia del Espíritu Santo» (n° 1817). La Esperanza «protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la Espera de la Bienaventuranza Eterna» Y aun más: «El impulso de la Esperanza preserva del egoísmo y conduce a la Dicha de la Caridad» (Catecismo  n° 1818).

Pueden ser muchos los motivos sociológicos que traigan como resultado, por ejemplo el uso de la destructora droga, y de la violencia. Pero es un error no contar la falta de Esperanza entre ellos. No la “esperanza” con que nos ilusiona falsamente el mundo –en mi tierra reza un dicho: “tanto tienes, tanto vales”-, sino la Esperanza que Dios ha traído.

La Esperanza no es ser “optimista”. «Para un cristiano, dice el Papa Francisco, la Esperanza es Jesús en Persona, es Su Fuerza de Liberar y volver a Hacer Nueva cada vida». Por eso, el mundo puede estar hundido en el fondo del barro, pero tú y yo sabemos que todo puede cambiar con una oración hecha con fervor, con una Misa participada con el corazón ardiente, con una Comunión hecha verdadera Común-Unión con el Corazón Amoroso y Divino de Jesús, con solo un Tercio del Santo Rosario, rezado con fervor y tierno amor por nuestra Madre del Cielo.

“Mantengamos firme la confesión de la Esperanza, pues Fiel es el Autor de la Promesa” (Hebreos 10,23).

Semper Mariam In Cordis Tuo.
ORACIÓN DE LOS ESPOSOS


Señor, Tú que nos has Dado las alegrías y las cargas de nuestro amor,
Bendice de nuevo nuestra familia, esta familia que Tú has Unido con el Sacramento del Matrimonio.

Sabemos que amor significa dar de nosotros mismos, capacidad de comunicarnos disposición de complementarnos y de compartir, Esperanza de construir,
generosidad en el sufrir.

Queremos que Tú seas el Primero en nuestro Matrimonio y en nuestro hogar.
Por eso te pedimos el gozo de tu Presencia en nuestras almas. Fortifica nuestro amor y oriéntalo cada vez más hacia Tu Amor.

Bendice nuestros hijos. Ilumínanos en su formación.
Que la generosidad y el amor verdadero destruya nuestro egoísmo.
Que el esfuerzo diario en respuesta a tus gracias nos ayude a superar las dificultades. Que la humildad sea virtud propia de todos los miembros de nuestra familia.

Que nuestro amor sea testimonio para otras familias.
Y que un día podamos gozar de Tu Presencia Eterna en el Cielo. Amén.

Semper Mariam In Cordis Tuo.

SEÑOR, TUYO QUIERO SER

«Tú, Señor, Eres la Hermosura Infinita y el que comunicas toda hermosura. ¿En qué puedo poner mi mirada que se parezca a Ti ni a Tu Hermosura?

Tú Eres la Sabiduría misma y Eres el Poder Infinito; Enséñame y Dame para que hable de las Bondades y Misericordias de Tu Gracia y de tu Amor, que es hablar de Ti mismo. Hablen otros de grandezas y bellezas humanas; yo deseo hablar de Tu Hermosura y de Tu Grandeza, y Te pido enriquezcas y hermosees mi alma con ellas.

Bien sé que sólo Te puede oír y aprender Tu Enseñanza el alma serena y de silencio interior; el alma Limpia que pone su atención en Ti; el alma humilde y mansa que se hace transparente, porque los Limpios de corazón verán a Dios (Mt 5). Háblame y Enséñame La Verdad.

Señor, Tú Sabes que quiero ser todo tuyo, pero no acabo de despojarme de mí y de mis gustos. Te pido me Des Gracia, que es Luz y Fortaleza, para que mis deseos sean los Tuyos. Realiza, Dios mío, en mi alma Tu Obra de Amor; Haz que Tu Gracia se desarrolle en mí para que yo sea completamente tuyo. Amén» (Fr. Valentín de San José).

Semper Mariam In Cordis Tuo.

NO DEJEMOS A NUESTRA MADRE SOLA

El Dolor Santo de María, no acaba en esos estremecedores días de la Pasión. En la historia del mundo, en nuestra misma vida, existe un incremento que Le hace más Doloroso el sacrificio de Jesús: la Soledad más amarga en que la dejamos cuando vamos tras una vida cómoda, una vida según las máximas del mundo, olvidando nuestra alma y lo mucho que Costó a Cristo y al Corazón de nuestra Madre.

Ella vio cómo Su Hijo utilizaba una Cruz por lecho, una corona de espinas por almohada, la Sangre por cobija.

Ayer viernes nos acercamos a adorar la Cruz del Señor, pero ¿abrazamos nuestra Cruz de cada día con el mismo fervor con que Él la llevó por ti y por mí? «¿Qué voy a decir?, dice el Señor, ¿Diré: ‘Padre, líbrame de esta angustia’? ¡Pero si precisamente para esto he Venido! ¡Padre, Glorifica Tu Nombre!» (Jn. 12, 27).
¿Cómo Glorifica al Padre nuestra Cruz? En la Paciencia, en la Paz, en la Alegría. Cuando el otro ve mi sufrimiento y ve que así lo vivo, no porque soy “fuerte”, “valiente”, sino, porque soy cristiano.

Pero el Padre no se Glorifica simplemente con eso. Su Gloria Resplandece igualmente, cuando nuestra alma, mediante la Cruz vivida cristianamente, alcanza la Gloria para la que Él nos ha Destinado.

Por ello, incremento de este Dolor en el Corazón de María, es la falsa devoción, los abusos litúrgicos, la práctica de la Religión sin Fe, sin reverencia, sacrílegamente, en pecado mortal, no sólo cometido sino también admitido.

«Los que desean conseguir el Amor y la Gracia de la Santísima Virgen, dice S. Ambrosio, imiten cuanto puedan Sus Ejemplos».

La dejan sola aquellas almas que ya han cerrado sus cuentas con Dios, y se niegan irreversiblemente a reconocer su pecado, a pedir el Perdón Divino y a Repararlo con la penitencia. «El que esté muy seguro, tenga cuidado de no caer» (1 Cor. 10, 12): esta advertencia del Apóstol se nos hace guía segura en el camino, pues así como cómodamente no nos falta perspicacia para ver el pecado del prójimo, hemos de tener siempre presente lo que enseña S. Agustín: «Todos los hombres somos capaces, de todos los pecados, de todos los hombres».

La dejan sola quienes nunca la acompañan a meditar, llorar y agradecer la Dolorosísima Pasión de nuestro Señor. Este es mucho Sufrimiento, pues la sequedad y falta de reflexión de nuestra alma sobre el Misterio Cruento y Amoroso de la Pasión de Jesús, es la causa principal de que nos entreguemos fácilmente a los vicios y a la tibieza.

Pero no tenga nuestra alma la tentación de sentirse perdida, que aún falta recorrer una estación más.

Miro el Crucifijo y escucho a Jesús que dice: «Yo he Venido para echar Fuego sobre la tierra; y ¡cómo Quisiera que ya estuviera Encendido!» (Lc. 12, 49).
Ese Fuego ya estaba Encendido en un Corazón: el Corazón de la Santísima Virgen.
Quemaba el Corazón de María, por eso ardían Sus Lágrimas; ardían con el Fuego ardiente de la Caridad. Y he aquí dos Remedios para sanar los incrementos que antes vimos:

.- Todavía Jesús está en el sepulcro. Traigamos a nuestra mente el recuerdo del Camino de Dolor que recorrió por nosotros, y que nuestro corazón, si no puede sentir la profundidad del Dolor que el Sacrificio de Infinito Amor de Jesús merece, sí llenémonos de agradecimiento, y cogiendo nuestra Biblia, repitamos cada paso de aquel lastimoso Itinerario, y sólo digamos: “gracias, Señor”. Que finalicemos este Tiempo Litúrgico de Penitencia, habiendo aprendido al menos a darle gracias al Señor por Sus Beneficios. ¡Y qué mayor Beneficio que habernos Abierto la Puerta del Cielo! Con esto habremos dado un enorme paso en el camino de nuestra Salvación, y aliviaremos grandemente Su Corazón.

.- El siguiente Remedio, es una devoción especialísima a María. Y digo “especialísima”, no en cuanto a implementar formas nuevas de oración, sino, que sea especial en nuestro corazón. María, al igual que Jesús, no son simplemente “solucionadores de problemas”: Ella es nuestra Madre, y Quiere ardientemente ejercer ese Privilegio ayudándonos a amar cada vez más a Su Hijo.

«A Jesús por María». ¡Qué triste es ver a tantos hermanos nuestros e hijos Suyos, que la desprecian, que la abandonan! Tú y yo podemos Reparar eso, podemos ser consuelo para Su Corazón Dolorido. ¿Cómo? Cogiendo nuestro Rosario con el corazón inflamado de agradecimiento. La Santa Iglesia de Cristo nos enseña que Ella es Corredentora, pues María Aceptó y Ofreció el Sacrificio de Su Hijo al Padre. ¿Y eso no es algo que debamos agradecerle? Ha de arder nuestro corazón de agradecimiento, y este nos ha de llevar al ardor del amor.

¿Cómo no amar a Madre tan Generosa? En la mente de Pedro no podía pasar la idea del Sacrificio del Maestro (Mc. 8, 32-33). ¿Qué decir, pues, del Corazón de una Madre? Pero María era la «Esclava del Señor» (Lc. 1, 38), y aquella Esclavitud no era mero formalismo, era una Entrega incondicional de Su vida a la Voluntad de Dios.

Semper Mariam In Cordis Tuo.
Mi Tiempo es llegado

«El Maestro dice: Mi Tiempo es llegado; en tu casa
Quiero Celebrar la Pascua con Mis discípulos»

¡Oh Maestro Soberano y Redentor mío, cuya Palabra es tan Poderosa
que Hace luego lo que Dice! Di a mi alma: Mi Tiempo es llegado; en tu casa quiero Celebrar la Pascua. ¡Dichoso tiempo en el cual mi Redentor Quiere Aplicarme el Fruto de Su Pasión y Entrar en mi alma a Celebrar la Pascua, que es tránsito de lo terreno a lo Celestial! Ven,
Maestro Dulcísimo, con la Dulce Compañía de Tus Virtudes, y con ellas, Celebra dentro de mi alma esta Pascua y Convite Celestial; yo Te ofrezco, no
solamente la mejor habitación de mi casa, sino toda ella. Toma mi alma, pues es toda Tuya, y ojalá fuera mejor de lo que es, para que te Agrade estar para siempre en mí. Amén». (P. Luis de la Puente).



Semper Mariam In Cordis Tuo.
TENGO SED  (Jn. 19, 28)

«Cuando el fuerte Sansón tuvo sed, halló una fuente Milagrosa para apagarla (Jue. 15, 18-19). Elías mitigó su sed en torrente de Kerit (1 Rey. 17, 2-6). Ismael fue Asistido por dios en su necesidad de agua (Gen. 21, 17-19). Para la sed del pueblo, hubo un Moisés que sacó agua de la piedra (Núm. 20). Para la sed de David, tres soldados pusieron en riesgo su vida, atravesando un campamento filisteo, trayendo agua a su rey (2 Sam. 23, 13-17).

¿Hay agua para la Sed de Jesucristo? ¿Hay corazones como agua?

Unos ofrecen el corazón como agua amarga por el pecado, y de esta no bebe el Señor; otros como agua helada; otros como agua tibia; otros como agua, pero poca. Y ninguna es el agua que pide Jesucristo» (Mons. Joseph de Barzia).

Se acerca el momento en que Jesús Exclamará nuevamente desde la Cruz: "Tengo Sed". Y lo hará, esperando no sólo que nuestros oídos lo escuchen, sino que nuestro corazón sea cristalina agua que le alivie, respondiendo, con amor, con confianza, y con verdadera entrega: "He aquí que vengo, Dios mío, a hacer Tu Voluntad" (Hb. 10, 7). Que así sea.

Semper Mariam In Cordis Tuo.




MARÍA, MADRE DE JESÚS Y MADRE MÍA


«Este viernes hay un recuerdo especial para la Virgen de los Dolores, que acompañó a Jesús en la Pasión. De Su mano queremos entrar en estos días de preparación última a la Semana Santa.  El Viernes de Pasión, antiguamente Memoria de la Virgen de los Dolores, es como el pórtico para comenzar a meternos en las escenas del Evangelio que narran la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y preguntarnos cómo vamos a vivir estos próximos días de una manera especial. Será ésta una Semana Santa Eucarística, de acción de gracias por la Redención, especialmente el Triduo Pascual, con jueves Santo, el día que Jesús se nos Da todo Él en este Sacramento, el viernes cuando Se Entrega a la Pasión y Muerte por Amor, y el Domingo de Resurrección, el día que Jesús ha hecho Nuevas todas las cosas. Y como siempre, lo mejor para acompañar de cerca al Señor, para contemplarle y demostrarle un amor con propósitos de Conversión, es hacerlo con la Virgen de los Dolores.

Para hacer una buena fotografía se requiere un encuadre adecuado, enfocar bien el campo visual, un punto de vista adecuado. Pues para vivir la Semana Santa el mejor ángulo de encuadre es el Corazón de la Santísima Virgen, meternos en Su Corazón y desde allí acompañar a Jesús. 

Ella nos Manda que hagamos lo que su Hijo nos Diga. Es bueno que pensemos qué es lo que Jesús nos Dice con Su Pasión, y al contemplar lo mucho que Jesús nos Quiere hasta Morir Crucificado por nuestra Salvación, nos vendrá a la cabeza, como decía San Josemaría Escrivá: Jesús ha hecho esto por mí... yo, ¿qué hago por Jesús? Y de ahí salen propósitos de correspondencia: puesto que la Causa de la Muerte de Jesús son mis pecados, voy a vivir en Gracia de Dios acudiendo al Sacramento de la Confesión. Voy a acompañar a Jesús de la mejor manera: que Él Esté conmigo, y huyendo de las ocasiones de pecado, acudiendo a la Virgen en las tentaciones, reaccionando con prontitud como han hecho los Santos: “¡Aparta Señor de mí lo que me aparte de Ti!”» (P. Lluciá Pou Sabaté).

Semper Mariam In Cordis Tuo.