Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
¿QUÉ HACE DIOS?

El mundo parece perdido, pero no lo está. Sólo está triste y desorientado.Falto de Esperanza.
Quizás ese ha sido el gran golpe que el adversario de las almas le ha podido dar. Pero ¿perdido? ¡No! Si así lo creyéramos, estaríamos diciendo entonces que Dios ha perdido. Y esto no es un error, es una blasfemia.

¿Y qué hace Dios?
Respondamos al incrédulo y desesperanzado con la Beata Madre Teresa de Calcuta: «Nos ha Hecho a ti y a mí».
Porque tú y yo somos cristianos, y por tanto, somos los portadores de la Esperanza. Sí, porque Jesucristo es la Verdadera Esperanza para este mundo, y tú y yo, que creemos en Él, lo llevamos a los demás con nuestra acción y nuestra palabra. Si mi entorno –familia, amigos, compañeros de trabajo-, saben que soy cristiano, y cuando el mundo parece que se nos viene encima, nos ven quejarnos, desanimarnos, deprimirnos, cuando no, enojarnos contra el mismo Dios –“¿por qué a mí”?-, sin darnos cuenta reafirmamos y profundizamos más su desesperanza. Si ante un problema, grave o no, mis hijos me ven decaerme y nunca escuchan de mis labios una invocación a Dios, ni una palabra de aliento fundado en la Fe en la Divina Misericordia y Bondadosa Providencia, entonces, seguramente, ellos tampoco conocerán ni vivirán al crecer y madurar, la Paz que trae la Virtud de la Esperanza.
Eso, por muchas razones humanas que podamos encontrar, no puede ser parte de nuestra vida cristiana.

Por la Esperanza, dice el Catecismo, «aspiramos al Reino de los Cielos y a la Vida Eterna como Felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las Promesas de Cristo y apoyándonos NO EN NUESTRAS FUERZAS, sino en los Auxilios de la Gracia del Espíritu Santo» (n° 1817). La Esperanza «protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la Espera de la Bienaventuranza Eterna» Y aun más: «El impulso de la Esperanza preserva del egoísmo y conduce a la Dicha de la Caridad» (Catecismo  n° 1818).

Pueden ser muchos los motivos sociológicos que traigan como resultado, por ejemplo el uso de la destructora droga, y de la violencia. Pero es un error no contar la falta de Esperanza entre ellos. No la “esperanza” con que nos ilusiona falsamente el mundo –en mi tierra reza un dicho: “tanto tienes, tanto vales”-, sino la Esperanza que Dios ha traído.

La Esperanza no es ser “optimista”. «Para un cristiano, dice el Papa Francisco, la Esperanza es Jesús en Persona, es Su Fuerza de Liberar y volver a Hacer Nueva cada vida». Por eso, el mundo puede estar hundido en el fondo del barro, pero tú y yo sabemos que todo puede cambiar con una oración hecha con fervor, con una Misa participada con el corazón ardiente, con una Comunión hecha verdadera Común-Unión con el Corazón Amoroso y Divino de Jesús, con solo un Tercio del Santo Rosario, rezado con fervor y tierno amor por nuestra Madre del Cielo.

“Mantengamos firme la confesión de la Esperanza, pues Fiel es el Autor de la Promesa” (Hebreos 10,23).

Semper Mariam In Cordis Tuo.

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