Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
Toda dádiva Buena 
y todo Don perfecto viene de lo alto


«Toda dádiva Buena y todo Don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las Luces, pues ni el que planta es algo, ni el que el que riega, sino Dios que Hace crecer» (Sant. 1, 19; 1 Cor 3, 7)

Oración apremiante: no hay cosa más frecuente que ofender a la Majestad de Dios, en vez de honrarla, en la oración. La oración que carece de la cualidad y condición necesaria, ahuyenta Su Misericordia, y nada muestra mejor nuestra indolencia que pedirle con negligencia y languidez. Cuando los deseos son vivos, los gritos son violentos, y si a estos deseos falta la viveza, no es otra la causa sino que no estamos verdaderamente deseosos de aquello que al Señor estamos pidiendo. ¿Y puede haber mayor indignidad a los ojos de Dios que pedirle Gracias a las que luego ningún caso hacemos? Estos hacen definitivamente inútiles e infructuosas las santas oraciones y súplicas.

«Si alguno está falto de Sabiduría, que la pida a Dios…y se la Dará. Pero que la pida con Fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una parte a otra. Que no piense recibir cosa alguna del Señor un hombre como este, un hombre irresoluto e inconstante en su camino» (Sant 1, 5-8).

Si hay algo que puede conservarnos en el Santo Temor de Dios, es pensar que nos Separó del número de Sus enemigos para colocarnos entre Sus hijos: «Si cuando éramos enemigos, fuimos Reconciliados con Dios por la Muerte de Su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya Reconciliados seremos Salvos por Su Vida!» (Rom 5, 10). Esto Costó nada menos que la Sangre de Su Hijo: «El que no perdonó ni a Su propio Hijo, antes bien, lo Entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos Dará con Él Graciosamente todas las cosas?» (Rom 8, 32). Por ello debemos hacer uso Santo de todas las Gracias recibidas de la Bondad de Dios: trabajos según nuestro estado, soledad, estudio, lecturas, oraciones, ayunos, adversidades…Son Operaciones y Dones del Espíritu Santo y efecto de Su Infinita Liberalidad.

En todo tiempo: porque si nuestra Obediencia se interrumpe, se destruirá nuestra fidelidad y constancia; se perderá lo que quizás edificamos con algunas obras de desprendimiento. Dios es el mismo en todas partes, y no hay lugar ni momento en que no se le deba Obediencia profunda. «Quien se purifica del contacto de un muerto y lo vuelve a tocar, ¿qué ha ganado con su baño de purificación? Así el hombre que ayuna, y por sus pecados vuelve a hacer lo mismo, su oración ¿quién la escuchará?» (Eclo 34, 25-26).

Despertemos ya: «Teniendo en cuenta el momento en que vivimos…es ya hora de levantarnos del sueño; que la Salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la Fe» (Rom 13, 11).
¿Qué es la vida del hombre mundano, sino continuo y profundo adormecimiento? Buscan, unos la paz –según  la da el mundo, es decir, vivir sin ningún problema-, otros buscan bienes, otros honor, otros el aplauso, otros satisfacer sus pasiones…pero cuando durmieron su sueño, es decir, cuando llega el final de su vida y Dios los Llama, se despiertan del funesto letargo en que vivieron. Entonces reconocen, aunque tarde y sin poder volver atrás, que sus pasiones los engañaron y todo fue ilusión. «Será como cuando el hambriento sueña que está comiendo, pero despierta y tiene el estómago vacío; como cuando el sediento sueña que está bebiendo, pero se despierta cansado y sediento» (Is 29, 8). El que se preocupa por su Salvación, no siempre está exento de este sueño, pues muchas veces tropieza y cae, pero «Poderoso es Dios para colmaros de toda Gracia a fin de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra Buena» (2 Cor 9, 8).

«Si hoy escuchas Su Voz, no endurezcas tu corazón» (Sal 94, 8).

Semper Mariam In Cordis Tuo.