Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
LA SONRISA DE MARÍA


«Contemplar la sonrisa de la Virgen no es dejarse llevar por una imaginación descontrolada. La Escritura misma nos la desvela en los labios de María cuando entona el Magníficat: “Proclama Mi alma la Grandeza del Señor, se alegra Mi espíritu en Dios, Mi Salvador” (Lc 1,46-47). Cuando la Virgen María Da gracias a Dios nos convierte en testigos. María, anticipadamente, comparte con nosotros, Sus futuros hijos, la Alegría que vive Su Corazón, para que se convierta también en la nuestra. Cada vez que se recita el Magníficat nos hace testigos de Su sonrisa. 

Sí, buscar la sonrisa de la Virgen María no es un infantilismo piadoso, es la aspiración, dice el salmo 44, de los que son “los más ricos del pueblo” (Sal 44,13). “Los más ricos” se entiende en el orden de la Fe, los que tienen mayor madurez espiritual y saben reconocer precisamente su debilidad y su pobreza ante Dios.

En una manifestación tan simple de ternura como la sonrisa, nos damos cuenta de que nuestra única riqueza es el Amor que Dios nos regala y que pasa por el Corazón de la que ha llegado a Ser nuestra Madre. 

Buscar esa sonrisa es ante todo acoger la Gratuidad del Amor; es también saber provocar esa sonrisa con nuestros esfuerzos por vivir según la Palabra de Su Hijo Amado, del mismo modo que un niño trata de hacer brotar la sonrisa de su madre haciendo lo que le gusta.

Y sabemos lo que Agrada a María por las palabras que dirigió a los sirvientes de Caná cuando Mandó: “Haced lo que Él os diga” (JN 2,5)» (Benedicto XVI, 15-9-2008).

Semper Mariam In Cordis Tuo.

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