Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
¿CÓMO HE DE ORAR?

«Bendito sea Dios, que no ha rechazado mi oración, ni Su Amor me ha retirado» (Sal. 65, 20).

«Las condiciones que debe reunir nuestra oración:

DEBE SER HUMILDE

Según el Apóstol Santiago, "Dios Resiste a los soberbios, pero Da Su Gracia a los humildes" (Sant. 4, 6); la soberbia es un alto muro que se interpone entre Dios y el que reza; "la oración humilde -dice el Libro del Eclesiástico-, traspasa las nubes...y no se retira hasta que el Altísimo la atiende" (34, 21). Cuando queramos, pues, pedir Gracias al Señor, debemos, ante todo, echar una mirada a nuestra indignidad y, sobre todo, a las veces que hemos traicionado a Dios después de tantos propósitos y tantas promesas, por demasiado confiados en nuestra fuerzas. Y llenos de confianza en Él, podemos orar y pedir a la Divina Misericordia el Favor que deseamos».

DEBEMOS REZAR CON CONFIANZA

«Si alguno de vosotros está falto de Sabiduría, que la pida a Dios...pero que la pida con Fe, sin vacilar» (Sant. 1, 5-6).

«Y esto, sigue diciendo el Apóstol, es porque "el que vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una a otra parte» (v. 6): a ratos confía y a ratos se desanima; "el que así reza, no piense que ha de recibir nada de Dios" (Sant. 1, 7). Necesariamente debemos confiar en la Misericordia Divina y tener la inquebrantable seguridad de que recibiremos la Gracia, y entonces no faltará, como el mismo Salvador nos lo asegura: "Por eso os Digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán Concedidas" (Mc. 11, 24).
S. Agustín se pregunta: ¿Cómo podemos temer no ser oídos en la oración, cuando Dios, que es la misma Verdad, ha Prometido Escuchar al que ora?"

Pero quizá pienses: soy pecador y no merezco Gracia, sino Castigos, y por eso temo, por mi indignidad. Pero te responde Sto Tomás: "la oración consigue la Gracia, no por razón de nuestros méritos, sino de la Divina Misericordia".

Nuestro Amoroso Redentor insiste en quitarnos de raíz nuestra desconfianza: "Todo lo que pidáis en Mi Nombre, lo Haré" (Jn. 14, 13). "Si permanecéis en Mí, y Mis Palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será Hecho" (Jn. 15, 7).

[Esforcémonos por vivir cada día Su Palabra, pidamos Perdón de nuestros pecados en el Sacramento de la Reconciliación y acerquémonos confiados] que no nos rechaza, poniéndonos por delante los disgustos que le dimos, sino que nos Acoge y nos Atiende, como si entonces se olvidara de nuestras ingratitudes».

DEBEMOS REZAR CON PERSEVERANCIA

«Según S. Hilario, "el secreto para obtener las Gracias está en rezar con perseverancia. A unos despacha el Señor a la primera oración; a otros a la segunda; a otros, a la tercera, y puesto que no sabemos cuántas veces ha Dispuesto Dios que repitamos la súplica para despacharla, es necesario que insistamos siempre en pedir la Gracia que necesitamos".

Si se trata de la perseverancia final, es más necesario que nunca pedirla cada día, pues esa es una Gracia que no podemos merecer. "Sin embargo, dice S. Agustín, rezando, ciertamente se alcanza". Por eso, advierte Sto Tomás, que "si queremos obtenerla y Salvarnos, la tenemos que pedir a Dios continuamente". El día que no la pidamos, caeremos en pecado mortal y la perderemos.

«Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de Gracia y de Oración», Dice Dios por el Profeta (Zac. 12, 10). Nótese que las palabras Gracia y Oración van unidas. El que rece, esté bien seguro que no caerá en los lazos que le tiendan los enemigos.

Se comprende, entonces, lo poco que vale la excusa del pecador que dice haber caído por no sentirse con fuerzas para resistir. Enseña la Iglesia, repitiendo palabras de S. Agustín, que "Dios no Manda imposibles; lo que hace, al Mandar, es exhortarnos a poner de nuestra parte lo que podamos y a pedir lo que no podamos". Cuando no baste la Gracia Ordinaria, que a nadie niega, nos exhorta a pedir la Gracia Extraordinaria que necesitemos, y si la pedimos, con humildad, confianza y perseverancia, Él nos la Concede». (S. Alfonso María de Ligorio, "Una sola cosa es necesaria", cap. 1).

Dame, Señor, el Perdón de todos los pecados que cometí contra Ti, de los cuales, más que de cualquier otro mal, me arrepiento de todo corazón, puesto que injurié con ellos a Tu Infinita Bondad, y propongo morir mil veces antes que volverlos a cometer.

Dame Tu Luz Divina, para que conozca la vanidad de todo lo terreno y la Grandeza del Bien Infinito, que Eres Tú.

Dame, Padre Bendito, la confianza en los Méritos de nuestro Señor Jesucristo, y en el Patrocinio de mi Madre, María Santísima. Amén.

Semper Mariam In Cordis Tuo.

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