Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
.DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS.

Así decimos cada vez que proclamamos nuestro Credo de Fe.
A veces este Anuncio lleva a confusión. ¿Qué significa pues, con exactitud?

No es aquel Infierno donde satanás, sus ángeles y las almas Condenadas habitan, pues éste es Eterno, y nadie que allí llegue, de él podrá salir jamás.

¿Entonces?

Digamos brevemente que esta Fórmula se introduce en el Credo, en el siglo IX.

«Cristo, por tanto, Bajó a la profundidad de la Muerte ( Mt 12, 40; Rm 10, 7; Ef 4, 9) para "que los muertos oigan la Voz del Hijo de Dios y los que la oigan Vivan" (Jn 5, 25)» (Catecismo Católico 635)

«Según la creencia judía, los muertos estaban en el Sheol "debajo de la tierra", que era la morada de las almas. Con ello se quiere afirmar que Jesús, con Su Muerte, Descendió a la Morada de las almas. 

San Pedro especifica que ese Descenso de Jesús al lugar de los muertos fue para Predicarles y Liberarlos: «También Cristo Murió una vez por los pecados, el Justo por los injustos, para Llevarnos a Dios. Murió en la Carne pero Volvió a la Vida por el Espíritu y fue a Pregonar a los espíritus que estaban en la prisión» (1 Pe 3, 18-19). Y más adelante escribe: «Fue Anunciado el Evangelio a los muertos, para que, condenados en carne según los hombres, vivan en el espíritu según Dios» (4, 6)

En concreto, el Enunciado "Descendió a los Infiernos" quiere significar que Cristo Descendió al lugar en que se encontraban las almas de los muertos para Comunicarles las Nueva Redención.

Este lugar es aquel «Seno de Abraham», dado que la Parábola del rico supone que los condenados ocupan diverso lugar, de modo que están separados por un "gran abismo" (Lc. 16, 19-31)»
(Aurelio Fernández, Curso Fundamental de la Fe Católica).

«Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey Duerme. La tierra está temerosa y sobrecogida, porque Dios se ha Dormido en la carne y ha despertado a los que dormían desde antiguo [...] Va a Buscar a nuestro primer Padre como si éste fuera la oveja perdida. Quiere Visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que Es la mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a Librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva [...] Despierta, tú que duermes, pues no te Creé para que permanezcas cautivo en el Abismo; levántate de entre los muertos, pues Yo Soy la Vida de los muertos» (Antigua homilía sobre el grande y Santo Sábado).

Semper Mariam In Cordis Tuo.

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