Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
.CRUZ, ÁRBOL DE LA VIDA.

¿Es posible que cuando Jesús me habla de Cruz, de llevar la Cruz y caminar detrás Suyo, de Amar la Cruz como Instrumento de mi Salvación y aun amarla, porque Él la Amó y la llevó hasta el final por ti y por mí, nosotros la desdeñemos, la arrastremos entre dudas y rechazos, la arrojemos a un lado, incluso con el mismo Amor de Dios clavado en ella?
“No es fácil llevar la Cruz”, le reclamamos a Dios.
Él cayó tres veces; Él sufrió el encuentro con Su Madre Sufriente; Él soportó injurias, escupitajos, piedras, durante todo el camino; Él soportó golpes, tirones, insultos de parte de los crueles hombres romanos; Él sufrió el rechazo del Cireneo a ayudarle, pues, como dice el Evangelio «le obligaron al llevar la Cruz» (Mt. 27, 32).
Jesús estaba completamente Solo en Su camino al Calvario.
Sin embargo, en este desgarrador itinerario, sólo era impulsado por el Amor Ardiente. Para entender cómo es posible que nosotros llevemos nuestra Cruz, infinitamente distante de la Suya, pero profundamente dolorosa para nuestra naturaleza, debemos retroceder hasta la noche anterior y contemplarlo en el Huerto de los Olivos.
Allí, Jesús, también está Solo. Sus Apóstoles, vencidos por el sueño, como tantas veces te vence a ti y me vence a mí: el sueño del “yo”, el de los placeres, el de “tengo que tener”, el de “el poder es mío”, el de “quién como yo”.
Jesús estaba Solo ante el Designio Eterno del Padre. Y siendo Verdadero Dios, Es también Verdadero Hombre, y es esta Verdadera Humanidad del Señor la que se Estremece. Aquí no hay fingimiento. Aquella Agonía no es escena teatral. Y prueba de ello es que «Su Cuerpo comenzó a Sudar gotas de Sangre» (Lc. 22, 44). El Alma Racional de Jesús, absolutamente Unida al Verbo Divino, soportaba ya la dureza de la Cruz, y se turbaba profundamente.
Pero aquí está, precisamente, la maravillosa lección que nos Quiere Dar. Jesucristo, que no Se ahorró para Sí Sufrimiento alguno por Amor al Padre Ofendido, y por Amor a la criatura que le Ofendió, a pesar del espanto que la crueldad de las mismas ciegas criaturas le provocaban, nos enseña que aquella Entrega no sólo no escapa, sino que está Contenida, Abrazada, por el Amor Eterno, Insondable, Ardentísimo del Padre, de Abbá, de Papá. Y esta Amorosa Seguridad es la que hace brotar de Sus labios, por tres veces: «Padre…Que no se haga Mi Voluntad, sino la Tuya» (Mt. 26, 39; Mc. 14, 36; Lc. 22, 42).
Mi Cruz, tu Cruz, sea cual sea, la más difícil, la más dura, la más triste, toda ella está rodeada y Sostenida por el Amor Eterno de Dios, del Dios que se nos Reveló Papá. Si esto comprendemos, nuestra Cruz se ilumina con los Méritos de la Cruz de Cristo. Por eso, la Cruz es un Puente al Cielo. Por eso, arrojarla con rabia, desánimo o tristeza, además de ser un desprecio para el Dios que no escatimó Dolor para Salvarte, es perder el rumbo, abandonar al Camino, Jesucristo (Jn. 14, 6).
Se acerca el momento en que el Señor Sube a la Cruz. María se hallará bajo ella, de pie.
No podemos abrazarnos hoy, a aquel Madero Redentor. Pero sí, lo podemos hacer con la que el Señor nos ofrece en nuestra vida. Muchos Santos enseñan que Dios regala la Cruz a los hijos que Ama. Eso significa que encontrarla en nuestra vida no es signo de que nos ha abandonado.
Que ese Señor, el Dios de la Misericordia, te Dé la Gracia de dar un salto y abrazarte a esa Cruz Salvadora, con Fe, Paciencia, Alegría. Confiado y diciendo como Jesús: Que en todo se Haga siempre Tu Voluntad.
Humildemente te pido, que ruegues esa Gracia también para mí.
Semper Mariam In Cordis Tuo.

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