.LUZ Y ÁNGELES.
En este artículo, comparto
contigo una interesante interpretación que el Obispo de Hipona hace sobre este
Versículo del Génesis. No es, ciertamente, la única forma de interpretarlo,
como él mismo lo advierte, pero haya sentido y está conforme con la Ortodoxia de nuestra Fe
Católica.
«Los Santos Ángeles no son coeternos a Dios, pero sí están
ciertos y seguros de su Felicidad Eterna y Verdadera.
Algunos Ángeles pecaron y fueron
recluidos en los abismos, que son Cárceles para ellos, hasta la Condenación Final
y futura en el Día del Juicio. Esto lo expresa con claridad meridiana el Apóstol
San Pedro al decir que Dios no Perdonó a los Ángeles prevaricadores, sino que,
Precipitándolos en las obscuras prisiones del Infierno, reservó su Castigo para
el Día del Juicio (2 Pe. 2, 4).
¿Quién duda que Dios, o por Su Presciencia
o por Su Operación, Separó a unos Ángeles de otros? ¿Quién se opondrá al que
afirme que aquéllos fueron llamados con razón luz?, aunque deba entenderse otra luz en el Pasaje
que discutimos: «Dijo Dios: Hágase, la luz, -y la luz fue Hecha» (Gén. 1, 3), y
estén significadas otras tinieblas en esto: «Dividió Dios entre la luz y las tinieblas»
(v. 4), pensamos que en todo ello se significan estas dos Sociedades de
Ángeles: una que Goza de Dios y otra que se hincha de soberbia; una, a la que
se dice: «Adorad al Señor todos Sus Ángeles» (Sal. 96, 8), y otra cuyo príncipe
promete: «Te daré todo esto si postrándote me adoras» (Mt. 4, 9); una, ardiendo
en el Amor Santo de Dios; otra, humeando con el amor impuro de la propia
altivez.
Y porque está Escrito que «Dios Resiste
a los soberbios y Da Su Gracia a los humildes» (1 Pe. 5, 5), la una Habita en
los Cielos de los Cielos, y la otra, arrojada de allí, pugna en el oscuro Abismo;
la una es tranquila y está animada por una Piedad luminosa, y la otra es
turbulenta por pasiones tenebrosas. La una ayuda con clemencia según el Querer
de Dios, castigando con Justicia, y la otra ardiendo por su prurito de dominar
y sus ansias de hacer daño; la una es Ministro de la Bondad Divina, haciendo el
Bien que quiere, y la otra es frenada por el Poder de Dios a fin de que no dañe
cuanto quiera. La primera se mofa de la segunda y de sus vanos esfuerzos por
acrecerse a base de persecuciones, y la segunda envidia a la primera cuando la
ve recoger peregrinos por doquier.
Nosotros, repito, creemos que
estas dos Sociedades de Ángeles tan dispares y contrarias entre sí, una Buena por
naturaleza y Recta por voluntad, y la otra, Buena también por naturaleza y Perversa
por voluntad, expresadas más claramente en otros lugares de las Divinas
Escrituras, están, a su vez, insinuadas con los nombres de “luz” y de “tinieblas”
en el Libro que lleva por Título Génesis» (La Ciudad de Dios, L.11, cap. 33; S.
Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia).
Semper Mariam In Cordis Tuo.
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