Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
.DONES DEL ESPÍRITU SANTO: 
DON DE TEMOR DE DIOS.

Nos preparamos para la próxima gran Fiesta de Pentecostés.
«Los Dones del Espíritu Santo son todos Perfectísimos; pero, sin duda alguna, existe entre ellos una jerarquía que determina diferentes grados de Excelencia y Perfección. Esta escala jerárquica comienza en la base con el Don de Temor y acaba en la cumbre con el Don de Sabiduría, que es el más sublime y excelente de todos.
Veámoslo brevemente.
DON DE TEMOR
El Don de Temor es un Hábito Sobrenatural por el cual el justo, bajo el Instinto del Espíritu Santo y dominado por un sentimiento reverencial hacia la Majestad de Dios, adquiere docilidad especial para apartarse del pecado y someterse totalmente a la Divina Voluntad.
En su Acción personal en lo más íntimo del alma, el Espíritu del Padre y del Hijo Transmite algo de la Infinita Detestación del pecado que existe en Dios mismo, y de Su Voluntad de oponerse al Mal.
Virtudes relacionadas
Esperanza- El hombre siente natural propensión a amarse desordenadamente a sí mismo, a presumir que “algo es”, que algo vale y que algo puede en orden a conseguir la Bienaventuranza. Es el pecado de presunción, contrario por exceso a la Virtud de la Esperanza, que únicamente arrancará de raíz el Don de Temor al darnos un sentimiento Sobrenatural y vivísimo de nuestra radical impotencia ante Dios, que traerá como consecuencia el apoyarnos únicamente en la Omnipotencia Auxiliadora de Dios, que es, cabalmente, el motivo formal de la Esperanza cristiana. Sin la actuación intensa del Don de Temor, esta última nunca llegara a ser del todo Perfecta. Cuanto más débil y miserable siente uno, cuanto más capaz de todas las caídas, más se acoge a Dios, como se cuelga el niño de los brazos de Su Padre.
Templanza- Corrige el desorden que se experimenta en los placeres carnales, reprimiéndolos mediante el Temor Divino. Sin el refuerzo del Don de Temor, la Virtud de la Templanza se encontraría impotente para vencer siempre y en todas partes el ímpetu de las pasiones desordenadas.
Religión- Como es sabido, la Religión es la Virtud encargada de regular el Culto debido a la Majestad de Dios. Cuando esta Virtud es Perfeccionada por el Don de Temor, alcanza su máximo exponente y Plena Perfección. El Culto a la Divinidad se llena entonces de ese Temor reverencial que experimentan los mismos Ángeles ante la Majestad de Dios; de ese Temor Santo que se traduce en profunda adoración ante la Perfección Infinita de Dios: “Santo, Santo, Santo Es el Señor Dios de los Ejércitos” (Is 6,3).
Humildad- El contraste Infinito entre la Grandeza y Santidad de Dios y nuestra increíble pequeñez y miseria es el fundamento y la raíz de la Humildad cristiana; pero solo el Don de Temor, actuando intensamente en el alma, lleva la Humildad, a a la Perfección sublime que admiramos en los Santos.
Efectos del Don de Temor en las almas
- Un vivo sentimiento de la Grandeza y Majestad de Dios, que las sumerge en una Adoración profunda, llena de reverencia y Humildad.
- Un gran horror al pecado y una vivísima contrición por haberlo cometido: el Espíritu Santo, que quiere Purificar más y más al alma para la Divina Unión, la somete al Don de Temor, que le hace experimentar una especie de anticipo del Rigor inexorable con que la Justicia Divina, Ofendida por el pecado, la ha de Castigar en la otra Vida si no hace en esta la debida penitencia.
- Una vigilancia extrema para evitar las menores ocasiones de ofender a Dios
- Desprendimiento Perfecto de todo lo Creado: El alma que a través del Don de Temor ha vislumbrado un relámpago de la Grandeza y Majestad de Dios, ha de estimar forzosamente como basura y estiércol todas las grandezas Creadas (cf. Flp 3,8). Honores, riquezas, poderío, dignidades..., todo lo considera menos que paja, como algo indigno de merecer un minuto de atención.
Medios para fomentar este Don
Los medios generales para atraerse la mirada Misericordiosa del Espíritu Santo: recogimiento profundo, pureza de corazón, fidelidad exquisita a la Gracia, invocación frecuente del Divino Espíritu.
Otros medios:
.- Meditar con frecuencia en la Infinita Grandeza y Majestad de Dios.
.- Acostumbrar a tratar A Dios con confianza filial, pero llena de reverencia y respeto. Con frecuencia las almas piadosas se olvidan de esto último y se permiten en el trato con Dios familiaridades excesivas, llenas de irreverente atrevimiento.
.- Meditar con frecuencia la infinita Malicia del pecado y concebir un gran horror hacia él. “Es horrendo—dice San Pablo—caer en las manos del Dios Vivo” (Heb 10,31). Hemos de pensarlo con frecuencia, sobre todo cuando la tentación venga a poner ante nosotros los halagos del mundo o de la carne.
.- Poner especial cuidado en la Mansedumbre y la Humildad en el trato con el prójimo. El que tenga conciencia clara de que el Dios de la Infinita Majestad le ha Perdonado Misericordiosamente diez mil talentos, ¿cómo osara exigir con altanería y desprecio los cien denarios que acaso pueda deberle un consiervo hermano suyo? (cf. Mt 18, 23-35).

.- Pedir con frecuencia al Espíritu Santo el reverencial Don del Temor de Dios. La Liturgia Católica está llena de fórmulas sublimes: “Se estremece mi carne por Temor a Ti y temo Tus Juicios” (Sal 118,120); “Mantén para con Tu siervo Tu Oráculo, que Prometiste a los que Te Temen” (Sal 118,38), etc. Estas y otras fórmulas parecidas han de brotar frecuentemente de nuestro corazón y de nuestros labios, bien convencidos de que “el Temor de Dios es el principio de la Sabiduría” (Eclo 1,15) y de que es menester obrar nuestra Salvación “con Temor y Temblor” (Flp 2,12), siguiendo el consejo que nos Da el mismo Espíritu Santo por medio del Salmista: “Servid al Señor con Temor, rendidle homenaje con Temblor” (Sal 2, 11)»

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