Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
.DONES DEL ESPÍRITU SANTO: 
DON DE CONSEJO.

Es un Hábito Sobrenatural por el cual el alma en Gracia, bajo la Inspiración del Espíritu Santo, intuye rectamente, en los casos particulares, lo que conviene hacer en orden al Fin último Sobrenatural.
La Prudencia Sobrenatural juzga rectamente lo que hay que hacer en un momento dado, guiándose por las luces de la razón Iluminada por la Fe. Pero el Don de Consejo intuye rápidamente lo que debe hacerse bajo el Instinto y Moción del Espíritu Santo. Por eso, el modo de acción es discursiva en la Virtud de la Prudencia, mientras que en el Don es intuitivo, Divino.

IMPORTANCIA Y NECESIDAD
Es indispensable para perfeccionar la ya mencionada Virtud de la Prudencia, sobre todo, en ciertos casos repentinos, imprevistos y difíciles de resolver, que requieren solución inmediata, puesto que el pecado o el Heroísmo es cuestión de un instante. Es muy difícil a veces conciliar la suavidad con la firmeza, la necesidad de guardar un secreto sin faltar a la verdad, la vida interior con el Apostolado, el cariño afectuoso con la Castidad más exquisita, la prudencia de la serpiente con la sencillez de la paloma (Mt. 10, 16). Para todas estas cosas no basta con las luces de la Prudencia, se requiere la intervención del Don de Consejo.

EFECTOS DEL DON DE CONSEJO
1. Preserva del peligro de una falsa conciencia. Casi no hay pasión desordenada que no pueda justificarse de algún modo invocando algún principio moral, tal vez muy cierto y seguro en sí mismo, pero mal aplicado a ese caso particular. La intervención del Don de Consejo, que, superando las luces de la razón natural, entenebrecida por el capricho o la pasión, dicta lo que hay que hacer con una seguridad y fuerza inapelables, puede preservarnos de este gravísimo error de confundir la luz con las tinieblas.
2. Nos inspira los medios más oportunos para dirigir Santamente a los demás. Santos hubo que tuvieron este Don en grado Sumo. Santa Catalina de Siena era el brazo derecho y el mejor consejero del Papa. Santa Teresita de Lisieux desempeñó con exquisito acierto, en plena juventud, el difícil y delicado cargo de Maestra de Novicias, que tanta madurez y experiencia requiere.
3. Aumenta extraordinariamente nuestra docilidad a los legítimos superiores. Efecto admirable, que parece incompatible con el Don de Consejo, y que, sin embargo, es una de sus consecuencias más naturales y espontáneas. Nadie es tiene tan fuerte inclinación a pedir las luces de los legítimos representantes de Dios en la tierra –Superior, Director espiritual, Confesor-, como las almas movidas por este Divino Don.

FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO CORRESPONDIENTES
En cuanto relacionado con la Misericordia, al Don de Consejo le corresponden de algún modo los Frutos de Bondad y Benignidad.

VICIOS OPUESTOS
Se le opone por defecto, la precipitación en el obrar; también la temeridad que supone una falta de atención a las Luces de la Fe y la Inspiración Divina por excesiva confianza de sí mismo y en las propias fuerzas. Y por exceso, se opone la lentitud excesiva, porque, aunque es menester usar de madura reflexión antes de obrar, una vez tomada una determinación según las Luces del Espíritu santo, es necesario proceder rápidamente a la ejecución antes que las circunstancias cambien y las ocasiones se pierdan.

MEDIO DE FOMENTAR ESTE DON
Profunda Humildad: sin ella no se puede reconocer nuestra ignorancia para demandar las Luces de lo Alto. La oración humilde y perseverante tiene fuerza irresistible ante la Misericordia de Dios. Es preciso invocar al Espíritu Santo por la mañana, al levantarnos, para pedirle Su Dirección y Consejo a lo largo del día; al comienzo de cada acción, con un movimiento sencillo y breve del corazón, que será, a la vez, un acto de amor; en lo momentos difíciles o peligrosos, en los que, más que nunca, necesitamos las Luces del Cielo; antes de tomar una decisión importante o emitir algún juicio orientador para los demás, etc.

Resumen del capítulo 11, de “El gran Desconocido. El Espíritu Santo y Sus Dones”, del Padre Antonio Royo Marín O.P.

Para la mayor Gloria de Dios.

Semper Mariam In Cordis Tuo.

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