Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
ORAR


EL VALOR DEL TIEMPO


«¿Crees que Dios te dará poco tiempo para procurar tu Conversión, o que te Dará mucho?.
Si crees que el tiempo es poco, por qué no aprovechas todos los instantes de un tiempo tan breve y tan precioso para ti?
Si crees que te Dará mucho, pues adquieres una gran obligación. Y de qué modo le podrás mostrar tu agradecimiento, si no es utilizando este tiempo -que otros no han tenido y la Divina Bondad te Concedió a ti-, aplacando Su Justicia y amándole.
Dios no nos Da tiempo para que lo empleemos en ofenderle. Cuánta es nuestra ingratitud e injusticia, si le empleamos en pecar y en diferir nuestra Conversión.
Diferir este camino de regreso definitivo a Él, con una motivación tan injusta, es ponerse en riesgo de no hacerlo jamás».
Semper Mariam In Cordis Tuo.

AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS

«Los grandes de la tierra se vanaglorian de poseer reinos y riquezas. Jesucristo encuentra toda Su Felicidad en Reinar sobre nuestros corazones; es el Reino que Ansía y que Decidió Conquistar por Su Muerte en la Cruz: "Lleva a hombros el Principado" (Is 9,5). Por estas palabras, varios intérpretes... entienden la Cruz que nuestro Divino Redentor Llevó sobre Sus hombros.
 "Este Rey del Cielo, dice un autor, es un Maestro muy diferente del demonio: éste carga pesados fardos en los hombros de sus esclavos. Jesús, al contrario, Toma sobre Sí todo el peso de Su Reino; abraza la Cruz y Quiere Morir en ella para Reinar sobre nuestros corazones". Y Tertuliano dice que mientras los monarcas de la tierra "llevan el cetro en la mano y la corona sobre la cabeza como emblemas de su poder, Jesucristo Llevó la Cruz sobre Sus hombros. Y la Cruz fue el Trono dónde Subió, para fundar Su Reinado de Amor»...
Apresurémonos pues a consagrarle todo el amor de nuestro corazón a este Dios que, para obtenerlo, Sacrificó Su Sangre, Su Vida, a Él mismo. "Si supieras el Don de Dios, decía Jesús a la Samaritana, y Quién Es el que Te Dice: Dame de beber" (Jn 4,10). Es decir: si supieras la Grandeza de la Gracia que recibes de Dios... ¡Oh, si el alma comprendiera  qué Gracia tan extraordinaria le Hace Dios cuando reclama su amor en estos términos: "Amarás al Señor tu Dios".
 ¿Quién al escuchar a su príncipe decirle: "Ámame", no quedaría cautivado por esta invitación? Y Dios ¿no conseguiría ganar nuestro corazón, aunque nos lo Pida con tanta Bondad: "Hijo Mío, dame tu corazón?» (Pr 23,26) Pero este corazón, Dios no lo quiere a medias; lo Quiere entero, sin reserva; este es Su Mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón".

Te adoro, Señor, desde el abismo de mi nada y Te doy gracias por todas las Mercedes que me has Hecho, especialmente por haberte dado Tú mismo en el Sacramento del Altar, y por haberme Concedido por mi Abogada a Tu Amantísima Madre. Amén».

Semper Mariam In Cordis Tuo.



DAME, HIJO MÍO, TU CORAZÓN


CONOCER Y RESISTIR


«Cuando alguien quiere avanzar en la vida espiritual, en el camino de entrega a Dios, en la senda de la Santidad, el demonio viene siempre a turbarle y a tentarle. Pero debemos estar atentos para detectarle y poder vencerle con la Ayuda de Dios. En este consiste el Combate espiritual: no dejar que el diablo gane la batalla.
Pero el diablo es muy astuto y nos hace creer que no existe. De hecho muchos cristianos piensan que es como el símbolo de las pasiones destructoras que afloran en el corazón del hombre, es decir, esos impulsos que nos llevan al orgullo, a la envidia, o a la lujuria. Y dicen que ha llegado ya el tiempo de desmitologizar el lenguaje Bíblico que nos habla del demonio como una criatura que acecha al hombre.
San Pablo denomina al demonio “espíritu engañoso” (1 Tim 4, 1) y, como tal, trata de engañarnos. ¿Cómo lo hace? Veamos algunos de los eslóganes que emplea:
.- No exageres en tus penitencias, vas a perder la salud. Eso se hacía en la Edad Media, pero ahora estamos ha en otro tiempo. Dios no nos pide eso.
.- No reces tanto, acabarás siendo un místico desconectado del mundo actual y no sabrás dar testimonio a las nuevas generaciones. Además, tú no eres un contemplativo.
.- No te preocupes por tu mal genio, es una prueba de que tienen carácter.
.- Siempre caes en las mismas faltas y pecados, ¿para qué seguir luchando? ¿para qué seguir confesándote si no mejoras?
Podríamos seguir poniendo más ejemplos. El demonio tiene sus tácticas para apartarnos del Camino que conduce a Dios, del Camino que conduce a la Santidad. Conviene que estemos atentos y conozcamos sus trampas». (Mons. Juan José Omella).
«Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar; resistidle firmes en la Fe» (1 P 5, 8-9).
Semper Mariam In Cordis Tuo.

DE PIE JUNTO A LA CRUZ ESTABA SU MADRE


«Oveja contemplando a su Cordero que es llevado al matadero (Is 53,7), Consumida de Dolor; le seguía, con las demás mujeres, clamando así: «¿Adónde vas, Hijo Mío? ¿Por qué acabas de esta manera Tu corta vida (Sal 18,6)? Todavía hay, en Caná, otras bodas, ¿es allí que Tú vas ahora, tan rápidamente para Hacer, de nuevo, vino del agua? ¿Te puedo acompañar, Hijo mío, o es mejor que espere? Dime una palabra, Verbo, no pases delante de Mí en silencio…, Tú, que eres Mi Hijo y Mi Dios…
«Tú vas hacia una Muerte injusta y nadie comparte Tu Sufrimiento. Pedro no Te acompaña ahora, él que decía: «Aunque tuviera que morir, yo jamás Te negaré» (Mt 26,35). Te ha abandonado ese Tomás que exclamaba: «Muramos con Él» (Jn 11,6). Y también los demás, los íntimos, ellos que han de Juzgar a las doce Tribus (Mt 19,28), ¿dónde están, ahora? No ha quedado ninguno; y Tú, completamente solo, Hijo Mío, Mueres por todos. Es Tu Salario por haber Salvado a todos los hombres y haberles Servido, Hijo Mío y Dios Mío.»
Girándose hacia María, Aquél que Salió de Ella, exclamó: «¿Por qué lloras, Madre ?… Yo, ¿no he de Sufrir? ¿no he de Morir? ¿Cómo podría Salvar a Adán? ¿Dejar de habitar el sepulcro? ¿Cómo Devolvería la Vida a los que permanecen en el país de los Muertos? ¿Por qué lloras? Mejor que grites: ‘Él Sufre Voluntariamente, Mi Hijo y Mi Dios’. Virgen Sensata, no Te vuelvas semejante a las insensatas (Mt 25,1 ss); Tú Estás dentro de la Sala de Bodas, no reacciones, pues, como si estuvieras fuera… No llores más, pues es mejor que digas: ‘Ten Piedad de Adán, Sé Misericordioso con Eva, Tú, Mi Hijo y Mi Dios’.
«Ten la seguridad, Madre, que Tú Serás la primera en verme Salir del sepulcro. Vendré a Mostrarte de qué Males he Rescatado a Adán, qué de Sudores he Derramado por él. A mis amigos les Revelaré el sentido de las Señales que verán en Mis manos. Entonces, Tú verás a Eva como en los primeros tiempos». (S. Romano el Melódico).
Semper Mariam In Cordis Tuo.



SOBERANA DEL CIELO


«Soberana del Cielo, Blanca Paloma de la Santísima Trinidad que Te adornas con el plumaje de los Dones del Espíritu Santo y que Plena de Gracia eres el Deleite de Tu Creador, prepárame con un amor limpio y ardiente, a fin de que ame a Dios con todo mi ser, según lo Espera de todas Sus criaturas Hechas a Su Imagen y Semejanza.

Acompáñame al rezo del Santo Rosario, pues no hay lugar más Bello y Santo que Tu regazo. Tú Guardas en Tu Corazón los Secretos del Redentor, y por eso quiero orar y reposar al arrullo de los latidos de Tu Corazón Maternal, pues Contigo quiero ser corredent@r  y mitigar en algo el Dolor infringido por el pecado a los Sagrados Corazones.

Hermosa Mensajera del Amor y de la Paz: Eleva constante Tus Plegarias al Altísimo en favor de Tus hijos tan desvalidos de la Verdad y tan heridos por el pecado. Tú que nos Recomendaste hacer lo que Él nos Diga, Asísteme Amorosa y Ferviente para que todos mis propósitos, afectos e inspiraciones, estén encaminados únicamente al Beneplácito de Su Divino Querer. Amén». (P. Guillermo Cardona).

Semper Mariam In Cordis Tuo.

ÁRBOL DE LA VIDA



«¡Qué hermoso es el aspecto de la Cruz! La Cruz es toda ella admirable, “hermoso a los ojos y deseable para adquirir Sabiduría. (Gen 3,6) Es un Árbol que da Vida y no Muerte, Luz y no Ceguera. La Cruz Abre el Acceso al Edén, no hace salir de él. Este Árbol al que Subió Cristo como un Rey a Su carro de Combate, ha sido la Perdición del diablo que tenía el poder de la Muerte. Ha Liberado al género humano de la esclavitud del tirano. Sobre este Árbol, el Señor como un Guerrero de élite, Herido en manos, pies y costado Divino, ha Curado las cicatrices del pecado, es decir, nuestra naturaleza herida por Satanás.

Después de la Muerte en el leño, hemos Recobrado la Vida gracias a Él. Después de haber sido engañados, por Él hemos echado fuera a la serpiente embustera. ¡Qué intercambio tan sorprendente! La Vida en lugar de la Muerte, la Inmortalidad en lugar de la corrupción, la Gloria en lugar de la vergüenza. Con razón exclamó
San Pablo: “Jamás presumo de algo que no sea la Cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal 6,14)... Más allá de toda sabiduría, esta Sabiduría que ha brotado en la Cruz ha convertido en estupidez las pretensiones de la sabiduría de este mundo (Col 1,17 s,).

En la Cruz la Muerte fue aniquilada y Adán devuelto a la vida. Por la cruz, todos los Apóstoles han sido Glorificados, Coronados los Mártires, Santificados los Santos. Por la Cruz nos hemos Revestido de Cristo y despojado del hombre viejo (Ef 4,22). Por la Cruz hemos  reunidos en el Aprisco del cielo» (S. Teodoro Estudita, Monje).

Semper Mariam In Cordis Tuo.
FE



«Esto es la Fe: rendirse a Dios, pero transformando la propia vida. Cosa no siempre fácil. San Agustín ha narrado la trayectoria de su Fe; especialmente las últimas semanas fue algo terrible; al leerlo casi se siente cómo su alma se estremece y se retuerce en luchas interiores. De este lado, Dios que lo Llama e insiste; y de aquel, las antiguas costumbres, «viejas amigas—escribe él— que me tiraban suavemente del vestido de carne y me decían: “Agustín, pero ¿cómo?, ¿abandonarnos tú? Mira que ya no podrás hacer esto, ni podrás hacer aquello y, ¡para siempre!”». ¡Qué difícil! «Me encontraba en la situación de uno que está en la cama por la mañana. Le dicen: “¡Fuera, levántate, Agustín!”. Yo, en cambio, decía: “Sí, más tarde, un poquito más todavía”. Al fin, el Señor me dio un buen empujón y salí».
Ahí está, no hay que decir: Sí, pero...; sí, luego. Hay que decir: Sí, enseguida, Señor. Esta es la Fe. Responder con generosidad al Señor. Pero, ¿quién dice este sí? El que es Humilde y se fía enteramente de Dios» (Papa Juan Pablo I, 13-9-78).
«Que la Gracia de la Comunión nos transforme, Señor, tan plenamente, que no sea ya nuestro egoísmo, sino Tu Amor, el que impulse, de ahora en adelante, nuestra vida.
Por nuestro Señor Jesucristo. Amén» (Misal Romano).
Semper Mariam In Cordis Tuo.

SANTÍSIMO NOMBRE DE MARÍA


«Después del Sagrado Nombre de Jesús, el Nombre de María es tan Rico de Bienes, que ni en la tierra ni en el Cielo resuena ningún Nombre del que las almas devotas reciban tanta Gracia de Esperanza y de Dulzura.
Este Nombre Poderoso tiene Fuerza para conseguir la vida de la Gracia a quien devotamente lo invoca. Torre Defensiva que no sólo Libra a los pecadores del Castigo, sino que Defiende también a los justos de los asaltos del Infierno.
Los demonios, afirma Tomás de Kempis, temen de tal manera a la Reina del Cielo, que al oír Su Nombre, huyen de aquel que lo nombra como de fuego que los abrasara.
¡Dichoso –decía san Buenaventura– el que ama Tu Dulce Nombre, oh Madre de Dios! Es tan Glorioso y Admirable Tu Nombre, que todos los que se acuerdan de invocarlo en la hora de la muerte, no temen los asaltos de todo el Infierno.
Quién tuviera la dicha de morir como murió fray Fulgencio de Ascoli, capuchino, que expiró cantando: “Oh María, oh María, la criatura más hermosa; quiero ir al Cielo en Tu Compañía”.
Roguemos a Dios nos Conceda esta Gracia, que en la hora de la muerte, la última palabra que pronunciemos sea el Nombre de María, como lo deseaba y pedía San Germán. ¡Oh muerte dulce, muerte segura, si está Protegida y acompañada con este Nombre Salvador que Dios Concede que lo pronuncien los que se Salvan!
¡Oh mi Dulce Madre y Señora, Te amo con todo mi corazón! Y porque Te amo, amo también Tu Santo Nombre. Propongo y espero con Tu Ayuda invocarlo siempre durante la vida y en la hora de la muerte.
Concluyamos con esta tierna plegaria de San Buenaventura: “Para Gloria de Tu Nombre, cuando mi alma esté para salir de este mundo, ven Tú misma a mi encuentro, Señora Benditísima, y recíbela”. No desdeñes, María de venir a consolarme con Tu Dulce Presencia. Sé mi Escala y Camino del Paraíso. Alcánzame la Gracia del Perdón y del descanso Eterno. María, Abogada nuestra, a Ti Te corresponde Defender a Tus devotos y tomar a Tu Cuidado su causa ante el Tribunal de Jesucristo”. (S. Alfonso María de Ligorio, Obispo y Doctor de la Iglesia).
Semper Mariam In Cordis Tuo.

CARIDAD Y SERVICIO

«No hay alternativa a la Caridad: quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios (1 Jn 3,16-18; Sant. 2,14-18). Sin embargo, la vida cristiana no es una simple ayuda que se presta en un momento de necesidad. Si fuera así, sería sin duda un hermoso sentimiento de humana solidaridad que produce un beneficio inmediato, pero sería estéril porque no tiene raíz. Por el contrario, el compromiso que el Señor pide es el de una vocación a la caridad con la que cada discípulo de Cristo lo sirve con su propia vida, para crecer cada día en el amor.
El seguimiento de Jesús es un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso; requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer al divino Maestro en los más pobres y descartados de la vida y ponerse a su servicio. Por esto, los voluntarios que sirven a los últimos y a los necesitados por amor a Jesús no esperan ningún agradecimiento ni gratificación, sino que renuncian a todo esto porque han descubierto el verdadero amor.
Y cada uno de nosotros puede decir: «Igual que el Señor ha venido a mi encuentro y se ha Inclinado sobre mí en el momento de necesidad, así también yo salgo al encuentro de Él y me inclino sobre quienes han perdido la Fe o viven como si Dios no existiera, sobre los jóvenes sin valores e ideales, sobre las familias en crisis, sobre los enfermos y los encarcelados, sobre los refugiados e inmigrantes, sobre los débiles e indefensos en el cuerpo y en el espíritu, sobre los menores abandonados a sí mismos, como también sobre los ancianos dejados solos. Dondequiera que haya una mano extendida que pide ayuda para ponerse en pie, allí debe estar nuestra presencia y la presencia de la Iglesia que sostiene y da Esperanza» (Papa Francisco, 4-9-2016).
Semper Mariam In Cordis Tuo.

CONSTRUIR SOBRE LA ROCA


«¿Quién practica interiormente la Palabra? Aquel que se guarde de los malos deseos. ¿Quién observa exteriormente? Aquel que “parte su pan con el hambriento” (Is 58,7) Nuestro prójimo ve lo que nosotros hacemos, pero no ve por qué motivo lo hacemos. Sólo Dios es Testigo de ello. ¡Poned, pues, en práctica la Palabra, no os contentéis de escucharla, os engañaríais a vosotros mismos! No engañaríais a Dios ni a Su Ministro. Yo no puedo leer en vuestro corazón, pero Dios que Escruta los corazones Sabe lo que hay en el hombre. Ve vuestro deseo de escuchar, vuestros pensamientos, vuestras decisiones, los progresos que hacéis gracias a Su Ayuda, la asiduidad de vuestra oración, las peticiones que le dirigís para obtener lo que os falta y vuestras acciones de gracias por Sus Beneficios...
¡Pensadlo bien, hermanos! Si es loable escuchar la Palabra de Dios ¡cuánto más lo es ponerla en práctica! Si no la escucháis permanecéis en la negligencia y no podéis construir nada. Si la escucháis sin practicarla, no construís más que ruinas. El Señor nos Da para ello una comparación muy pertinente: "El que escucha Mi Palabra y la pone en práctica es como un hombre prudente que construye sobre roca"(Lc 6,48). Escuchar y poner en práctica es construir sobre roca... Escuchar sin poner en práctica es construir sobre arena. Rehusar incluso de escuchar la Palabra es no construir nada» (S. Agustín, Obispo y Doctor dela Iglesia).
Semper Mariam In Cordis Tuo.
NATIVIDAD DE MARÍA

«Celebramos hoy con alegría el Nacimiento de María, la Virgen: de Ella Salió el Sol de Justicia, Cristo, nuestro Dios.

Esta Festividad Mariana es toda ella una invitación a la alegría, precisamente porque con el Nacimiento de María Santísima Dios Daba al mundo como la garantía concreta de que la Salvación era ya inminente.

Precisamente esta Niña, todavía pequeña y frágil, es la "Mujer" del primer Anuncio de la Redención futura, contrapuesta por Dios a la serpiente tentadora: "Pongo Perpetua enemistad entre ti y la Mujer y entre tu linaje y el Suyo; Éste te Aplastará la cabeza, y tú le morderás el calcañar" (Gén 3, 15).

Precisamente esta Niña es la "Virgen" que "Concebirá y Parirá un Hijo, y le pondrá por Nombre Emmanuel, que quiere decir 'Dios con nosotros'" (Is 7, 14; Mt 1, 23). Precisamente esta Niña es la "Madre" que Parirá en Belén "a Aquel que Señoreará en Israel" (Miq 5, 1 ss.).

María es Predestinada por la Trinidad a una Misión altísima; es Llamada; es Santificada; es Glorificada.

Dios la ha Predestinado a estar íntimamente Asociada a la Vida y a la Obra de Su Hijo Unigénito. Por esto la ha Santificado, de manera admirable y singular, desde el primer momento de Su Concepción, haciéndola "Llena de gracia" (Lc 1, 28); la ha Hecho conforme con la Imagen de Su Hijo: una conformidad que, podemos decir, fue única, porque María fue la primera y la más Perfecta Discípula del Hijo.

Por tanto, toda la Iglesia no puede menos de alegrarse hoy al celebrar la Natividad de María Santísima, que es "Puerta Virginal y Divina, por la cual y a través de la cual Dios, que Está por encima de todas las cosas, Hizo Su Entrada en la tierra Corporalmente.

María hoy nos enseña, ante todo, a conservar intacta la Fe en Dios, esa Fe que se nos dio en el Bautismo y que debe crecer y madurar continuamente en nosotros durante las diversas etapas de nuestra vida cristiana.

¡Oh Virgen naciente,

esperanza y aurora de salvación para todo el mundo, vuelve benigna tu mirada materna hacia todos nosotros, reunidos aquí para celebrar y proclamar tus glorias!

¡Oh Virgen Fiel,

que siempre estuviste dispuesta y fuiste solícita para Acoger, Conservar y Meditar la Palabra de Dios, haz que también nosotros, en medio de las dramáticas vicisitudes de la historia, sepamos mantener siempre intacta nuestra Fe cristiana, Tesoro precioso que nos han transmitido nuestros padres!

¡Oh Virgen Potente,

que con Tu pie Aplastaste la cabeza de la serpiente tentadora, haz que cumplamos, día tras día, nuestras promesas Bautismales, con las cuales hemos renunciado a Satanás, a sus obras y a sus seducciones, y que sepamos dar en el mundo un Testimonio alegre de Esperanza cristiana!

¡Oh Virgen Clemente,

que Abriste siempre Tu Corazón Materno a las invocaciones de la humanidad, a veces dividida por el desamor y también, desgraciadamente, por el odio y por la guerra, haz que sepamos siempre crecer todos, según la Enseñanza de Tu Hijo, en la unidad y en la paz, para ser dignos hijos del Único Padre Celestial! Amén». (S. Juan Pablo II, 8-9-80).

Semper Mariam In Cordis Tuo.
EL DON DE LA FE
«Podemos preguntarnos: ¿cómo pudo María vivir el camino de la Cruz Junto a Su Hijo con una Fe tan firme, incluso en la oscuridad, sin perder la plena Confianza en la Acción de Dios? La apertura del alma a Dios y a Su Acción en la Fe incluye también el elemento de la oscuridad. La relación del ser humano con Dios no cancela la distancia entre Creador y criatura, no elimina cuanto afirma el Apóstol Pablo ante las profundidades de la Sabiduría de Dios: «¡Qué insondables Sus Decisiones y qué irrastreables Sus Caminos!» (Rom 11, 33). Pero precisamente quien —como María— está totalmente abierto a Dios, llega a aceptar el Querer Divino, incluso si es Misterioso, también si a menudo no corresponde al propio querer y es una espada que traspasa el alma, como dirá proféticamente el anciano Simeón a María, en el momento de la presentación de Jesús en el Templo (Lc 2, 35).
El camino de Fe de Abrahán comprende el momento de alegría por el Don del hijo Isaac, pero también el momento de la oscuridad, cuando debe subir al monte Moria para realizar un gesto paradójico: Dios le pide que sacrifique el hijo que le había dado. En el monte el Ángel le ordenó: «No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que Temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo» (Gn 22, 12). La plena confianza de Abrahán en el Dios Fiel a las Promesas no disminuye incluso cuando Su Palabra es Misteriosa y difícil, casi imposible, de acoger. Así es para María; Su Fe vive la Alegría de la Anunciación, pero pasa también a través de la oscuridad de la Crucifixión del Hijo para poder llegar a la Luz de la Resurrección» (Benedicto XVI, 19-12-2012).
Pidamos a Dios nos Conceda la Gracia de ser fieles, especialmente cuando todo parece ir contra nuestra Esperanza, y decir sin temor ni duda: no comprendo Señor, pero me fío de Ti.
Semper Mariam In Cordis Tuo.

CORRECCIÓN FRATERNA


«Cuando nos veamos precisados a reprender a otros, pensemos primero si alguna vez hemos cometido aquella falta que vamos a reprender; y si no la hemos cometido, pensemos que somos criaturas y que hemos podido cometerla. O si la hemos cometido en otro tiempo, que ahora no la cometamos. Y entonces tengamos presente la común fragilidad para que la Misericordia, y no el rencor, preceda a aquella corrección» (San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia).
Semper Mariam In Cordis Tuo.

CARIDAD


«En el jardín de la Iglesia, es la Caridad, la Virtud que todas las Virtudes han proclamado reina por excelencia. 

¿Qué es la Caridad? ¿Por qué es reina de la Virtudes?
Es una Virtud infusa en el alma, mediante la cual amamos a Dios con la plenitud de nuestros afectos por Ser Él la Suma Bondad, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

La Caridad trae consigo todas las Virtudes Infusas, la Gracia Santificante y los siete Dones del espíritu Santo. Corresponde a esta Virtud, el Don de la Sabiduría.
María excedió en Caridad a todos los hombres y a todos los Ángeles juntos, y por esto fue Exaltada sobre todos ellos.

Busquemos en el jardín de nuestra alma esta excelentísima flor de la Caridad. Sin ella no seremos recibidos en la Iglesia Triunfante, es decir, en el Cielo.
Meditemos un instante, sin apresuramiento. ¿Tenemos esta flor? Si es Así, pongámosla en las manos de María: Ella la Ofrecerá a Dios, y el rosal queda, desde hoy, al cuidado de tan Diestra Jardinera.

Pero…tal vez he descubierto que no la tengo.

Plantémosla desde ahora, y dediquémonos a cuidarla. Y con con corazón lleno de amor, digamos a nuestra Madre del Cielo:

Señora, Te ofrezco esta rosa, que simboliza mi amor a Dios y a mi prójimo. Me comprometo a amar con todo mi corazón a Dios, a mi prójimo como a mí mismo, a todas las cosas por Dios, y a Dios por encima de todas ellas» (cB. Francisco Palau, Religioso Carmelita y Fundador).

Alégrate, María, Llena Eres de Gracia, el Señor Es Contigo; Bendita Tú Eres entre todas las mujeres y Bendito Es el Fruto de Tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, Madre mía y Madre del mundo entero, Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Semper Mariam In Cordis Tuo.

CÓMO AMAR

Un periodista preguntó a Santa Teresa de Calcuta, qué es lo que hace Dios por los pobres. Y ella respondió: «Nos hizo a usted y a mí».

Qué fácil es siempre echar la culpa a Dios por los males de este mundo. Sin embargo, qué difícil es mirarse a uno mismo y preguntar, "¿qué puedo hacer yo?" Dios nos Hizo libres y Respeta esa libertad. El que hace daño, mal usa esa libertad preciosa que el Señor le Dio, y cuando piensa que no tiene ni tendrá consecuencias se equivoca ciertamente. «No imites a los malvados, dice el Señor, porque no quedarán sin Castigo» (Ecco. 9, 12)

Tú y yo, sin embargo, ejercitando la misma libertad, sí que podemos hacer, y mucho. Con nuestra capacidad y nuestras posibilidades. No estamos solos en esa tarea, pues Jesucristo nos asegura Su Compañía y Asistencia: «Yo Estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt. 28, 20), pues «ustedes no me eligieron a mí, sino que Yo los Elegí a ustedes, y los Designé para que vayan y den Fruto, y que vuestro Fruto permanezca» (Jn. 15, 16).

«Pocos de nosotros sabemos cómo amar verdaderamente a las personas. Y si no sabemos cómo, podemos empezar por hacer pequeñas cosas: sonreír a un extraño, ofrecerte a lavar los platos, abstenerte de protestar. Podemos comenzar con pequeños actos de amor, en especial con aquellos con quienes no nos llevamos muy bien, para que nos enseñen «cómo». Aprendemos a amar amando» (Sta Teresita de Lisieux, Carmelita, Doctora de la Iglesia).

Semper Mariam In Cordis Tuo.
AUMENTA NUESTRA FE


«La viuda de Sarepta (1 Rey. 17, 8-24), es uno de los grandes ejemplos Bíblicos de lo que es la Fe, semejante a la de Abraham. Sin ninguna garantía visible, y apoyada sólo en el crédito que ella da a la palabra de Elías, no vacila en dar a este lo único que tenía para no morir de hambre ella y su hijo. ¡Lección admirable y digna de ser recordada cada día y a cada instante! Porque lo que nos falta siempre es eso: la Fe, el dar crédito a Dios sin dudar, sin temer que fallen Sus Promesas, como no le fallaron a Abraham, ni a esta viuda, ni a nadie que haya puesto en el Señor su confianza.
Comentando este Pasaje, dice S. Jerónimo: "La viuda de Sarepta, a punto de morir de hambre junto con su hijo, obtuvo comida para alimentar al Profeta; de manera Milagrosa se llenó el recipiente de aceite, y el que había venido a comer, dio comida...En nuestro días, muchos parecen expresar, si no con palabras, con sus obras y su vida: Fe y Misericordia no tengo; pero lo que tengo, plata y oro, no te lo doy".
Imitador de aquella noble viuda fue S. Exuperio, Obispo de Tolosa, de quien S. Jerónimo cuenta: "Padeciendo él mismo, daba de comer a otros, y teniendo el rostro pálido por sus ayunos, sufría por el hambre de los demás, y daba todas sus posesiones a las entrañas de Cristo, que son los pobres".
Reconozcamos cuán lejos estamos de esa Fe, y pidámosla con ansia al Único que Puede Darla, diciendo como los Apóstoles a Jesús: "Aumenta nuestra Fe" (Lc. 17, 5)». (Mons. Juan Straubinger).
Semper Mariam In Cordis Tuo.