Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS

«Los grandes de la tierra se vanaglorian de poseer reinos y riquezas. Jesucristo encuentra toda Su Felicidad en Reinar sobre nuestros corazones; es el Reino que Ansía y que Decidió Conquistar por Su Muerte en la Cruz: "Lleva a hombros el Principado" (Is 9,5). Por estas palabras, varios intérpretes... entienden la Cruz que nuestro Divino Redentor Llevó sobre Sus hombros.
 "Este Rey del Cielo, dice un autor, es un Maestro muy diferente del demonio: éste carga pesados fardos en los hombros de sus esclavos. Jesús, al contrario, Toma sobre Sí todo el peso de Su Reino; abraza la Cruz y Quiere Morir en ella para Reinar sobre nuestros corazones". Y Tertuliano dice que mientras los monarcas de la tierra "llevan el cetro en la mano y la corona sobre la cabeza como emblemas de su poder, Jesucristo Llevó la Cruz sobre Sus hombros. Y la Cruz fue el Trono dónde Subió, para fundar Su Reinado de Amor»...
Apresurémonos pues a consagrarle todo el amor de nuestro corazón a este Dios que, para obtenerlo, Sacrificó Su Sangre, Su Vida, a Él mismo. "Si supieras el Don de Dios, decía Jesús a la Samaritana, y Quién Es el que Te Dice: Dame de beber" (Jn 4,10). Es decir: si supieras la Grandeza de la Gracia que recibes de Dios... ¡Oh, si el alma comprendiera  qué Gracia tan extraordinaria le Hace Dios cuando reclama su amor en estos términos: "Amarás al Señor tu Dios".
 ¿Quién al escuchar a su príncipe decirle: "Ámame", no quedaría cautivado por esta invitación? Y Dios ¿no conseguiría ganar nuestro corazón, aunque nos lo Pida con tanta Bondad: "Hijo Mío, dame tu corazón?» (Pr 23,26) Pero este corazón, Dios no lo quiere a medias; lo Quiere entero, sin reserva; este es Su Mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón".

Te adoro, Señor, desde el abismo de mi nada y Te doy gracias por todas las Mercedes que me has Hecho, especialmente por haberte dado Tú mismo en el Sacramento del Altar, y por haberme Concedido por mi Abogada a Tu Amantísima Madre. Amén».

Semper Mariam In Cordis Tuo.



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