Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
EL DON DE LA FE
«Podemos preguntarnos: ¿cómo pudo María vivir el camino de la Cruz Junto a Su Hijo con una Fe tan firme, incluso en la oscuridad, sin perder la plena Confianza en la Acción de Dios? La apertura del alma a Dios y a Su Acción en la Fe incluye también el elemento de la oscuridad. La relación del ser humano con Dios no cancela la distancia entre Creador y criatura, no elimina cuanto afirma el Apóstol Pablo ante las profundidades de la Sabiduría de Dios: «¡Qué insondables Sus Decisiones y qué irrastreables Sus Caminos!» (Rom 11, 33). Pero precisamente quien —como María— está totalmente abierto a Dios, llega a aceptar el Querer Divino, incluso si es Misterioso, también si a menudo no corresponde al propio querer y es una espada que traspasa el alma, como dirá proféticamente el anciano Simeón a María, en el momento de la presentación de Jesús en el Templo (Lc 2, 35).
El camino de Fe de Abrahán comprende el momento de alegría por el Don del hijo Isaac, pero también el momento de la oscuridad, cuando debe subir al monte Moria para realizar un gesto paradójico: Dios le pide que sacrifique el hijo que le había dado. En el monte el Ángel le ordenó: «No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que Temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo» (Gn 22, 12). La plena confianza de Abrahán en el Dios Fiel a las Promesas no disminuye incluso cuando Su Palabra es Misteriosa y difícil, casi imposible, de acoger. Así es para María; Su Fe vive la Alegría de la Anunciación, pero pasa también a través de la oscuridad de la Crucifixión del Hijo para poder llegar a la Luz de la Resurrección» (Benedicto XVI, 19-12-2012).
Pidamos a Dios nos Conceda la Gracia de ser fieles, especialmente cuando todo parece ir contra nuestra Esperanza, y decir sin temor ni duda: no comprendo Señor, pero me fío de Ti.
Semper Mariam In Cordis Tuo.

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