Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
SAN PEDRO DAMIÁN


«No murmures ni te lamentes, no te consumas en la tristeza o la pusilanimidad. Que resplandezca en tu rostro la serenidad, en tu mente la alegría, en tu boca la acción de gracias».

Fue Obispo y es Doctor de la Iglesia. Nació en Rávena en el año 1007 en una familia numerosa y pobre. Fue el hijo último; pronto quedó huérfano y a cargo de uno de sus hermanos mayores que lo trató con dureza extrema, casi como a un esclavo, teniéndolo descalzo y a medio cubrir con andrajos, encargado de cuidar de los animales de la granja.

El Papa Esteban IX (1057-1058) lo nombró Cardenal-Obispo de Ostia (decano del sagrado colegio de cardenales) en 1057. Prematuramente muere el Papa, pero su sucesor, Nicolás II, en 1059, lo hace Legado para Milán; en esa ciudad se vive desde hace tiempo una desesperada situación por la simonía –venta de objetos Sagrados-, y la lujuria de los clérigos; convocó un Sínodo y llegó a restablecerse el orden, terminando con el escándalo.

Vivió durante tiempos difíciles para la Iglesia, Madre a la que amaba ardientemente.
Enferma durante un viaje a Roma, siendo llevado al Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles, donde regresa a la Casa del Padre el 21 de febrero de 1072.

Es Declarado Doctor de la Iglesia por el Papa León XII, en 1828.

«Hermanos amadísimos –escribe-: no debemos limitarnos a admirar a los Santos, sino que debemos imitarles.
Que nuestro espíritu se eleve hacia el Premio de la Gloria Celestial, de modo que, centrado nuestro corazón en su contemplación, no nos dejemos doblegar, tanto si el mundo seductor se burla de nosotros como si con sus amenazas quiere atemorizarnos.

Purifiquémonos, pues, de cualquier impureza de cuerpo o espíritu, siguiendo el Mandato de Pablo, para entrar al fin en ese Templo de la Bienaventuranza al que se dirige ahora nuestra intención.
El que dentro de este Templo que es la Iglesia quiere ofrecerse a Dios en sacrificio necesita, una vez que haya sido Purificado por el Bautismo, Revestirse luego de las diversas Virtudes; en efecto, quien Renace en Cristo como hombre Nuevo por el Bautismo no debe volver a ponerse la mortaja del hombre Viejo, sino la Vestidura del hombre Nuevo, viviendo con una conducta renovada.

Así es como, Limpios de las manchas del antiguo pecado y resplandecientes por el brillo de la Nueva conducta, celebramos dignamente el Misterio Pascual e imitamos realmente el ejemplo de los Santos Mártires».

ORACIÓN

Concédenos, Dios Todopoderoso, seguir las exhortaciones y los ejemplos del Santo Obispo Pedro Damián, para que, sin anteponer nada al Amor de Cristo nos esforcemos en servir siempre a Tu Iglesia y así merezcamos Gozar un día de la Felicidad de Tu Reino Eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, Tu Hijo. Amén.

Semper Mariam In Cordis Tuo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario