Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
«EL QUE ES DE DIOS, 
ESCUCHA LAS PALABRAS DE DIOS»
(Jn. 8, 47)

Todos convenimos que cuando abrimos la Biblia sabemos que no vamos a leer las alocuciones de hombres más o menos sabios, sino que nos aprestamos a escuchar al mismo Dios que nos Habla a través de esos hombres. Por esa razón, al finalizar las Lecturas durante la Santa Misa, el Sacerdote y los lectores anuncian “Palabra de Dios”, a lo cual, todos a un tiempo, respondemos, “Te alabamos Señor”.
Cabe preguntar entonces: ¿se cumple ya en nosotros esto que leemos en San Juan? ¿Somos hombres y mujeres de Dios porque lo acabamos de escuchar, incluso con gusto, o porque terminamos nuestra lectura personal de algún Pasaje Bíblico?
Una pista para encontrar la respuesta, nos lo da el mismo Jesús al decir: “Si Digo la Verdad, ¿por qué no me creéis?” (Jn. 8; 45). Yo creo que Jesús es Dios Verdadero y como Tal no puede engañarse ni engañarnos, porque Dios Es la Verdad. En consecuencia creo que Su Palabra Es Veraz, sin matices. Pero cuántas veces nuestra naturaleza caída, herida por el pecado, choca contra esa Verdad que nos propone, y al ser criaturas libres, y respetando Dios esa libertad que Él mismo nos regaló decidimos en nuestro corazón no dar crédito a lo que escuchamos.
Afirmamos con los labios creer que aquello es Palabra de Dios Veraz, pero la mente, corazón o el cuerpo se empecinan en ahogar el eco de esa Palabra en nuestro interior.
Porque “escuchar”, aquí, no es solo oír sensiblemente. Escuchar, implica poner por obra lo oído. Dirás herman@ mí@, “Esto ya lo sabía”. Y es cierto, lo sabemos, pero hoy Dios te invita a que hagas un examen, breve, sin miedo, con confianza en Su Misericordia, y seas sincer@ con Él y contigo: ¿Lees el Evangelio, o escuchas a Dios en estos Libros Sagrados? Jesús nos dice a ti y a mí: “Si alguno guarda Mi Palabra, no verá la Muerte jamás” (Jn. 8; 51). ¿Crees que esto es así? No te habla, por supuesto, de la muerte física. Nos dice que guardando, llevando a la vida cotidiana Su Palabra, nuestra alma Vivirá para siempre junto a Él en el Cielo.
Los Apóstoles ya lo creían y por eso Pedro responde algo que habrá sido de gran consuelo para el Dulce Corazón de Cristo, abandonado en ese momento por muchos: “¿Dónde quién vamos a ir?, Tú Tienes Palabras de Vida Eterna” (Jn. 6; 68). Una Profesión de Fe, y muestra de amor, que en este mundo de creencias tan diluidas y mezcladas, donde en un alma, la Santa Comunión muchas veces se ve forzada a convivir triste y equivocadamente con el yoga y el reiki, ha de ser para el Corazón de Jesús un verdadero motivo de alegría. ¡Y qué pocas veces pensamos en la Alegría de Jesús!
Sé tú, y pide para mí, la Gracia de ser para Él este consuelo en un mundo tan olvidado de Su Amor y Su Bondad. San Vicente de Paul decía que las Obras de Dios las realizan los hombres de Dios. Y esta es la respuesta a nuestra pregunta del comienzo: somos de Dios, cuando movidos por Su Gracia escuchamos y libremente ponemos por obra Su Palabra.
«El que cree en Mí, aunque muera Vivirá;
y todo el que vive y cree en Mí, no Morirá jamás».
(Jn. 11; 25-26)
Semper Mariam In Cordis Tuo.

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