Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
CONFIADOS, COMO MARÍA

Son pocos los datos Evangélicos que tenemos y algunos testimonios que aporta la Sagrada Tradición, pero su sustancia es de rico contenido, y merece meditarse, aunque se sucintamente.

Sabemos que José tenía por profesión la carpintería, trabajo manual despreciado por esos tiempos.
Sabemos que junto a María, eran una pareja pobre, porque al ofrendar en el Templo, lo hacen con 2 tórtolas, la ofrenda de los pobres (Lc. 2, 24)

VISITACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA

Embarazada, María se pone en camino de la casa de Isabel, donde ayuda a Su prima, también embarazada.
¿Cómo comienza Su Cántico? (Lc. 1; 46-55) 
«Magnifica Mi alma al Señor, Mi espíritu se alegra en Dios, Mi Salvador».
¿Por qué?
«Porque ha puesto los ojos en la Humildad de Su esclava»
Por segunda vez, así se proclama la Madre de Dios. La primera como recordarás, fue durante el Anuncio del Ángel: «He aquí la esclava de Señor». Y sabemos que la vida del esclavo ya no le pertenecía, sino que estaba en posesión de su amo. Así era la relación de María para con Dios.

Por aquellas épocas, todo israelita conocía a la perfección las Profecías que hablaban sobre la virgen que concebiría al Mesías, al Emmanuel. De ahí la costumbre de casar a sus hijas a tan temprana edad y de que la esterilidad fuera un oprobio.
Sin embargo, nos cuenta una piadosa tradición, que en María existían sentimientos diferentes. No habitaba en Ella el deseo de ser la Madre del Mesías, sino el de poder algún día ser su servidora.
Dice la primer Bienaventuranza: «Bienaventurados los pobres de espíritu»(Mt. 5; 3). María era ya, aun cuando no se había promulgado todavía la Ley Evangélica, el Modelo de Pobreza que luego anunciaría Cristo. Lo máximo para la mujer israelita era ser Madre del Mesías; María apenas quisiera ser la servidora de esta mujer. La pobreza espiritual de la que habla Cristo, no es no tener nada, sino que, aun cuando tengamos bienes, hemos de vivir desapegados de todo eso, indiferentes al tener o no tener.
Contrapongamos ya, los movimientos de nuestro corazón, que vive en un mundo elitista, seducido por la fama, los títulos, el poder y los bienes. ¿Cuántas veces nos sentimos mejor que los demás?
Midámonos dentro del Corazón de María, pero ¡ojo con los dientes del lobo!, que no nos agarre el desaliento, sino que nos envuelva la Esperanza, pues ya comenzamos a vislumbrar el camino. 

REGRESO DE MARÍA

María está tres meses con Isabel y regresa a Su casa. Nos cuenta el Evangelio un hecho tremendo: José descubre el embarazo de la Virgen y decide repudiarla en secreto.
Sabemos que José no acompañó a María en Su viaje a casa de Isabel, aunque algunos artistas lo incluyan en la escena de la Visitación. Esto queda evidente en el regreso de María tres meses después. O sea, que su embarazo bien podía ya notarse, y su ausencia ayudó al tormento de José.
Esto muestra que desconocía la visita del Arcángel Gabriel y por tanto, el maravilloso Milagro de la Concepción Virginal.

¿Cuál fue la actitud de María?

Guardó silencio.

Esto es claro, puesto que «un Ángel del Señor» (Mt. 1; 20-23) es quien le revela la Obra de la Acción Divina. ¿Te das cuenta hasta qué extremo llega la Humildad y la Confianza de la Virgen en Dios?
Con cuanto celo guardamos nosotros nuestro honor, nuestro puesto, y sin embargo…

S. Vicente de Paúl, contaba que en cierta oportunidad le habían acusado de un robo que él no había cometido. Inmediatamente se sentó a escribir una carta en su defensa. Cuando lo hacía, se detuvo a meditar, y se dio cuenta de la falta de confianza que aquello implicaba, pues si él no lo había hecho, ¿acaso Dios no lo defendería de las calumnias que se levantaban? Y su confianza no se vio defraudada, porque poco tiempo después, el ladrón fue descubierto.
S. Gerardo Majella, acusado de haber embarazado una chica, guarda silencio, en rigurosa observancia de la Regla de la Orden, hasta que Dios hace confesar a la muchacha.
Me pueden decir, “ambos eran religiosos”, y es verdad. Pero lo que importa aquí es el espíritu que los movía, y María Santísima es el mejor Modelo. Y digo que es importante el espíritu de la acción, pues ese espíritu está a tu alcance y al mío. Ese espíritu lo reviste la Fe, la confianza, el Amor a Dios. Y ahí no hay excusa. Todos podemos alcanzarlo, y todos podemos amar a Dios hasta ser, por fin, Sus esclavos.

Si el Señor ha dicho: «Sed Santos, porque Yo, Yahveh, vuestro Dios, Soy Santo» (Lev. 19;2), es porque la Perfección que lleva a la Santidad es posible, entendiendo esta Perfección en la medida de cada cual.
De otra forma, Dios habría propuesto algo que llevaría al hombre irremediablemente a la frustración. Y María, Maestra y Modelo de todos los discípulos, y los Santos que nombramos, son pauta de que sí se puede a pesar de nuestra condición de criaturas. Realzo esto último, para comenzar a aplastar de una vez, la tentación que el enemigo pone en nuestra mente: “Bueno, sí, pero Jesús era Dios”. María no es diosa, ni los Santos tienen poderes divinos; son criaturas de carne y hueso, simples, como tú y como yo.

III

María soportó con extraordinaria Paciencia la duda de quién iba a ser Su esposo, que era «varón justo» (Mt. 1, 19), es decir, con una conducta recta delante de Dios y de los hombres. Ella conocía el secreto, ¿por qué no se lo reveló? Porque confiaba en Dios y se unía a Su Voluntad.
El Hijo de Dios estaba ya en Su vientre. ¿Pudo librar a Su Madre del oprobio? ¡Claro que sí! Pero no lo hizo. Como tampoco se libró a Sí mismo de él, porque no solo el honor de Su Madre estaba golpeado; Él, el Unigénito del Padre Celestial, aparecía como fruto de pecado.

¿Ves qué profundo misterio? Es que la Cruz no sólo eran dos maderos cruzados. Ya había comenzado a llevar la Cruz.
Midámonos nuevamente dentro del Corazón de María. ¡Qué insoportables se nos hacen las calumnias y los chimentos en que nos vemos envueltos!

No sufriría María solo por Su honor, y creo que ni tanto por eso, sino por Su Niño. Ella sabía a Quién estaba Gestando en Su vientre. ¿Cómo iba a ser posible que Dios no defendiera Su causa? Así nosotros, no porque seamos naturalmente buenos, sino precisamente por lo opuesto, porque estamos indefensos ante el mal de los hombres y del mismo enemigo de las almas. Por tanto, cuanto más crezca nuestra confianza y nuestra Fe, más se inclinará el Señor hacia nosotros. Y si por razón válida, como la Caridad, fuera necesario defendernos, siempre confiados que el resultado no será otro que el que Dios Desee.

NACIMIENTO DEL DIVINO NIÑO

Llega el momento del empadronamiento por orden de Roma. Marchan María y José hacia Belén, pues ambos eran descendencia de David. Cuando llegan, resulta que no tienen oportunidad de hospedarse. Se discute un poco sobre este hecho, pues para los judíos es sagrada la hospitalidad, y parece no ser posible ante la situación de María, se pudiesen negar a recibirla. Algunos autores ven en este suceso una consecuencia de la pobreza de aquella Familia, pues de tener bienes, podían haber pagado un lugar digno donde quedarse.
Sea como fuere, pobreza o misteriosa Permisión Divina, terminan en un pesebre, lugar de habitación para los animales. El pesebre, propiamente, eran unas piedras apiladas junto a la pared, donde se coloca el forraje para el ganado.
Y aquí tenemos que detenernos a meditar.

Causa un tremendo impacto la escena: el Niño, verdaderamente Humano, al tiempo que verdaderamente Dios, acaba de Nacer en un lugar preparado para los animales, y acaba de ser recostado, envuelto en pobres pañales, sobre la paja destinada al alimento de estos.
Aquí choca nuestra soberbia, nuestra vanidad, nuestro deseo de figurar; nuestro afán por la imagen, por los aplausos…
¿Pudo el Hijo de Dios nacer en otro lugar y circunstancias? ¡Claro que podía! Pero NO QUISO.
¿Acaso no podía venir a este mundo en una familia apoderada? No solo podía, sino que ni siquiera tenía que nacer de una mujer, bien podía aparecer en este mundo siendo hombre ya maduro. Pero NO QUISO.

Y llegamos, finalmente, al argumento más profundo sobre todo lo que venimos diciendo. Escribe S. Pablo a los filipenses: «Siendo de Condición Divina, no retuvo ávidamente el ser Igual a Dios. Sino que Se despojó de Sí mismo Tomando condición de siervo, Haciéndose semejante a los hombres y Apareciendo en Su porte como Hombre; y se Humilló a Sí mismo, Obedeciendo hasta la muerte, y muerte de Cruz» (Flp. 2; 7-8) Testimonio preciso sobre las dos Naturalezas de Jesús: Divina y Humana.
“Se despojó de Sí mismo” y “se humilló a Sí mismo”, es decir, haciendo uso libre de Su Voluntad. Y en otro lugar, el Apóstol escribe a los Hebreos: «Debió en todo ser asemejado a Sus hermanos, para ser Compasivo y Fiel Pontífice en las cosas que miran a Dios» (Hb. 2; 17).

¿Ves por qué es una tentación pensar que Jesús pudo soportar todo porque tenía la ventaja de ser Dios? No guardó para Sí como un tesoro el ser Todopoderoso, porque entonces, ¿dónde estaría el valor de Sus palabras? Él, que criticaba tan severamente a los fariseos por poner sobre el pueblo prácticas legales que ellos luego no cumplían, ¿podía hablarnos de paciencia y perseverancia ante las adversidades y la cruz, si luego, al recibir los azotes romanos, con Su Poder hacía insensible Su Cuerpo al dolor? Si así lo hubiera hecho, mentiría el Apóstol al decir que era en todo semejante a los hombres, y convierte la Pasión en una parodia del sufrimiento.
¿Qué diríamos si alguien saliera al mundo a enseñar tales cosas? Le llamaríamos blasfemo. Pues así, de manera solapada, quiere satanás tranquilizar nuestra conciencia cuando queremos escaparle a la cruz. Es hábil, pero no lo suficiente.
La Obediencia, cuando es Virtud, implica la negación propia ante la orden recibida. Y Jesús fue Obediente hasta la misma muerte, y no cualquier clase de muerte, sino muerte de Cruz, forma de ejecución no sólo dolorosa, sino oprobiosa, pues de esa forma se castigaba a los malhechores, y Él fue crucificado entre dos. Es decir, que a la terrible tortura física, hay que sumarle el ataque a Su Honor y al de Su Madre.

IV

¿Podía, Jesús, inspirar a José, que fuera directo al pesebre? Sí, podía. Pero no se ahorró el sufrimiento del rechazo, ni se lo ahorró a Sus padres. Quiso Nacer en una gruta oscura y fría, y ser envuelto apenas por unas pobres fajas. Allí había animales, así que no faltarían los aromas característicos de la suciedad natural.
¿Ves, entonces, por qué se contrapone el espíritu del mundo, al espíritu de Dios? No está mal aspirar a las cosas lícitas de esta vida, pero cuando el afán por todo eso nos hace perder la paz del corazón, y el rumbo en la vida cristiana, entonces ahí, lo que es neutro en esta vida, de suyo, ni bueno ni malo, lo convertimos en algo malo pues nos aleja de nuestro centro que es Cristo.
El Evangelio nos cuenta cómo las muchedumbres decían que Jesús Enseñaba con Autoridad y no como sus escribas y fariseos. Todos los intérpretes coinciden que esa “Autoridad” se la daba el Ejemplo. Jesús predicaba lo que Él antes vivía, y eso es lo que daba fuerza a todas Sus Argumentaciones.
Entonces, ¿por qué tener miedo a vivir la vida que Él vivió? ¿Por qué sentir que en esta vida no tenemos nada, sólo porque no tenemos lo que el mundo tilda como vida exitosa y plena?
¿Es ser conformista aceptar los caminos por donde Dios nos va llevando?
«Buscad el Reino de Dios y Su Justicia». ¿Y lo demás? Si no trabajo no como, no tengo casa…Pues «lo demás se les dará por añadidura…Mirad cómo las aves del cielo no siembran ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?» (Mt. 6; 33) ‘Se les dará’, no implica sentarse a esperar que todo caiga del Cielo. No. Significa caminar por los caminos que Dios va abriendo, y Él irá proveyendo de todo eso que es necesario, mientras Él sea siempre nuestro norte, nuestra prioridad.

V
HUIDA A EGIPTO

Luego tendríamos el episodio de la huida y estadía en Egipto, del cual el Evangelio no nos da más que detalles. “Huye”, le dice el Ángel a José, quien «levantándose de noche, tomó al Niño y a la Madre, y partió» (Mt. 2, 13-14). El término “huye”, nos deja ver que no hubo Milagros que hicieran más fáciles las cosas para la Sagrada Familia.
Por breves comentarios extra bíblicos, podemos creer piadosamente, además, que tanto José como María, hacían pequeños trabajos para subsistir. Egipto era provincia romana, y allí habitaban numerosas colonias judías, así que puede suponerse como cierto.
Vemos, pues, que la Cruz, para Jesús, no consistió sólo en la del Calvario, y que no le fue sencillo cargarla ya desde el vientre de Su Madre.
Escribe S. Pablo a los Hebreos, lo que entiendo es la mejor resolución a todo lo escrito: «Teniendo, pues, tal Sumo Pontífice que Penetró los Cielos –Jesús, el Hijo de Dios- mantengamos firmes la Fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, CONFIADOS al Trono de la Gracia, a fin de alcanzar Misericordia y hallar Gracia para una ayuda oportuna» (4; 14-16).
Confiados como María.
Semper Mariam In Cordis Tuo.



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