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«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?


«¿Quién de éstos te parece que fue el prójimo?» (Lc. 10, 36)
«Ante la réplica del doctor de la Ley, Jesús no dio una respuesta abstracta. No dijo: El prójimo es cualquier persona que se halla en estrechez y necesita ayuda. Da más bien una indicación práctica. La pregunta de Jesús se refiere a la acción, y la acción se rige conforme a las circunstancias. Al responder el doctor de la ley no pudo menos de confesar: El que practicó la misericordia con él. Jesús invita a obrar: Haz tú lo mismo. El amor al prójimo es amor en acción. «Hijitos, no amemos de palabra ni con la lengua, sino de obra y de verdad» (1 Jn 3, 18). «Si un hermano o hermana se encuentran desnudos y carecen del alimento diario, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y hartaos, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué servirá esto?» (Sant 2, 15).
Los dos ministros del Culto Divino solemne sirvieron ciertamente a Dios, pero no al prójimo que se hallaba en la necesidad. El samaritano los aventaja en el cumplimiento de la Ley... Jesús echa mano de la Doctrina Profética: «Misericordia Quiero, y no sacrificio» (Os 6:6). La mejor preparación para el cumplimiento del Precepto del amor al prójimo es un corazón accesible a la miseria, el sentir misericordia, el «conmoverse las entrañas» a la vista de la miseria humana. Cuando un hombre se siente mal al ver la miseria, está preparado para el amor. «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán Misericordia» (Mt 5:7). El mayor impedimento es el corazón endurecido. La misericordia debe convertirse en amor de obras, tal como lo exige el momento. El Precepto del amor no puede desmenuzarse en artículos. Lo que la realidad muestra, exige y hace posible, eso debe hacerse. Así obró el samaritano en su situación. Así se pone en práctica la entrega a la Voluntad de Dios. En efecto, el que ama con obras y sabe responder a todo llamamiento de la miseria humana, ése es obediente a Dios». (P. Alois Stoger).
Semper Mariam In Cordis Tuo.

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