«NO LOS LLAMO SIERVOS...
USTEDES SON MIS AMIGOS...»
(Jn. 15, 14-15)
Consideremos cuánto hemos de amar a Dios, pues fuera de los demás títulos amorosos, se precia de ser Amigo tuyo, y ciertamente lo es, cumpliendo con gran fineza los oficios de amistad, Amándonos sin interés Suyo, y nunca dejando de Amar, pues nunca deja de ser Amigo de las almas justas, lo que nos hace saber con innumerables Beneficios de Su Providencia.
¡Alma querida! Así mira Dios por tí; procura no mirar menos por Él, por Su Gloria, por Su Gusto, por Su Alegría; Alegría que Siente cuando te ve obrar Bien; Alegría de que tú te Salves y Le goces eternamente.
Decían los filósofos que el amigo era otro yo. Esta ley Cumplió Dios contigo, cúmplela tú con Él.
Señor, ¡cuánto me honras con este nombre! Me llamas a ser como Tú y otro Tú, y cuánto te has Humillado al querer ser como yo, Haciéndote Hombre como yo. Te quedaste conmigo en forma de Comida, para que con Tu Cuerpo fuésemos Uno solo. Tu Superioridad Divina me podría encoger, sin embargo, me llamas amigo, y el nombre de amigo me da alas para llegar a Ti con toda confianza y seguridad, pues, con Tu Gracia, no puedo dudar nunca de Tu Amistad». (Madre Luisa Magdalena de Jesús, Religiosa Carmelita).
Semper Mariam In Cordis Tuo.
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