.DONES DEL ESPÍRITU SANTO:
DON DE TEMOR DE DIOS.
Nos preparamos para la próxima gran Fiesta de Pentecostés.
«Los Dones del Espíritu
Santo son todos Perfectísimos; pero, sin duda alguna, existe entre ellos una
jerarquía que determina diferentes grados de Excelencia y Perfección. Esta
escala jerárquica comienza en la base con el Don de Temor y acaba en la cumbre con
el Don de Sabiduría, que es el más sublime y excelente de todos.
Veámoslo brevemente.
DON DE TEMOR
El Don de Temor es un
Hábito Sobrenatural por el cual el justo, bajo el Instinto del Espíritu Santo y
dominado por un sentimiento reverencial hacia la Majestad de Dios, adquiere
docilidad especial para apartarse del pecado y someterse totalmente a la Divina
Voluntad.
En su Acción personal en lo
más íntimo del alma, el Espíritu del Padre y del Hijo Transmite algo de la
Infinita Detestación del pecado que existe en Dios mismo, y de Su Voluntad de
oponerse al Mal.
Virtudes relacionadas
Esperanza- El hombre siente
natural propensión a amarse desordenadamente a sí mismo, a presumir que “algo
es”, que algo vale y que algo puede en orden a conseguir la Bienaventuranza. Es
el pecado de presunción, contrario por exceso a la Virtud de la Esperanza, que
únicamente arrancará de raíz el Don de Temor al darnos un sentimiento
Sobrenatural y vivísimo de nuestra radical impotencia ante Dios, que traerá
como consecuencia el apoyarnos únicamente en la Omnipotencia Auxiliadora de
Dios, que es, cabalmente, el motivo formal de la Esperanza cristiana. Sin la
actuación intensa del Don de Temor, esta última nunca llegara a ser del todo
Perfecta. Cuanto más débil y miserable siente uno, cuanto más capaz de todas
las caídas, más se acoge a Dios, como se cuelga el niño de los brazos de Su
Padre.
Templanza- Corrige el
desorden que se experimenta en los placeres carnales, reprimiéndolos mediante
el Temor Divino. Sin el refuerzo del Don de Temor, la Virtud de la Templanza se
encontraría impotente para vencer siempre y en todas partes el ímpetu de las
pasiones desordenadas.
Religión- Como es sabido,
la Religión es la Virtud encargada de regular el Culto debido a la Majestad de
Dios. Cuando esta Virtud es Perfeccionada por el Don de Temor, alcanza su
máximo exponente y Plena Perfección. El Culto a la Divinidad se llena entonces
de ese Temor reverencial que experimentan los mismos Ángeles ante la Majestad
de Dios; de ese Temor Santo que se traduce en profunda adoración ante la
Perfección Infinita de Dios: “Santo, Santo, Santo Es el Señor Dios de los
Ejércitos” (Is 6,3).
Humildad- El contraste
Infinito entre la Grandeza y Santidad de Dios y nuestra increíble pequeñez y
miseria es el fundamento y la raíz de la Humildad cristiana; pero solo el Don
de Temor, actuando intensamente en el alma, lleva la Humildad, a a la
Perfección sublime que admiramos en los Santos.
Efectos del Don de Temor en
las almas
- Un vivo sentimiento de la
Grandeza y Majestad de Dios, que las sumerge en una Adoración profunda, llena
de reverencia y Humildad.
- Un gran horror al pecado
y una vivísima contrición por haberlo cometido: el Espíritu Santo, que quiere
Purificar más y más al alma para la Divina Unión, la somete al Don de Temor,
que le hace experimentar una especie de anticipo del Rigor inexorable con que
la Justicia Divina, Ofendida por el pecado, la ha de Castigar en la otra Vida
si no hace en esta la debida penitencia.
- Una vigilancia extrema
para evitar las menores ocasiones de ofender a Dios
- Desprendimiento Perfecto
de todo lo Creado: El alma que a través del Don de Temor ha vislumbrado un
relámpago de la Grandeza y Majestad de Dios, ha de estimar forzosamente como
basura y estiércol todas las grandezas Creadas (cf. Flp 3,8). Honores,
riquezas, poderío, dignidades..., todo lo considera menos que paja, como algo
indigno de merecer un minuto de atención.
Medios para fomentar este Don
Medios para fomentar este Don
Los medios generales para
atraerse la mirada Misericordiosa del Espíritu Santo: recogimiento profundo,
pureza de corazón, fidelidad exquisita a la Gracia, invocación frecuente del
Divino Espíritu.
Otros medios:
.- Meditar con frecuencia
en la Infinita Grandeza y Majestad de Dios.
.- Acostumbrar a tratar A
Dios con confianza filial, pero llena de reverencia y respeto. Con frecuencia
las almas piadosas se olvidan de esto último y se permiten en el trato con Dios
familiaridades excesivas, llenas de irreverente atrevimiento.
.- Meditar con frecuencia
la infinita Malicia del pecado y concebir un gran horror hacia él. “Es
horrendo—dice San Pablo—caer en las manos del Dios Vivo” (Heb 10,31). Hemos de
pensarlo con frecuencia, sobre todo cuando la tentación venga a poner ante
nosotros los halagos del mundo o de la carne.
.- Poner especial cuidado
en la Mansedumbre y la Humildad en el trato con el prójimo. El que tenga
conciencia clara de que el Dios de la Infinita Majestad le ha Perdonado
Misericordiosamente diez mil talentos, ¿cómo osara exigir con altanería y
desprecio los cien denarios que acaso pueda deberle un consiervo hermano suyo?
(cf. Mt 18, 23-35).
.- Pedir con frecuencia al
Espíritu Santo el reverencial Don del Temor de Dios. La Liturgia Católica está
llena de fórmulas sublimes: “Se estremece mi carne por Temor a Ti y temo Tus
Juicios” (Sal 118,120); “Mantén para con Tu siervo Tu Oráculo, que Prometiste a
los que Te Temen” (Sal 118,38), etc. Estas y otras fórmulas parecidas han de
brotar frecuentemente de nuestro corazón y de nuestros labios, bien convencidos
de que “el Temor de Dios es el principio de la Sabiduría” (Eclo 1,15) y de que
es menester obrar nuestra Salvación “con Temor y Temblor” (Flp 2,12), siguiendo
el consejo que nos Da el mismo Espíritu Santo por medio del Salmista: “Servid
al Señor con Temor, rendidle homenaje con Temblor” (Sal 2, 11)»
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