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«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
.DONES DEL ESPÍRITU SANTO: 
DON DE PIEDAD.


Caminando hacia la gran Fiesta de Pentecostés, veamos hoy el tercer Don del Espíritu Santo a las almas:

EL DON DE PIEDAD

Es un Hábito Sobrenatural Infundido por Dios con la Gracia Santificante para excitar en nuestra voluntad, por Instinto del Espíritu Santo, un afecto filial hacia Dios, considerado como Padre, y un sentimiento de fraternidad universal para con todos los hombres en cuanto hermanos e hijos del mismo Padre que Está en el Cielo.

Se distingue de la Virtud Cardinal del mismo nombre en que ésta tiende a Dios como Padre –lo mismo que el Don-, pero en una modalidad humana, o sea, regulada por la razón Iluminada por la Fe; mientras que este Don lo hace por Instinto del Espíritu Santo, es decir, apoyada en el Poder de Dios.

El Don de Piedad es absolutamente necesario para Perfeccionar hasta el heroísmo la materia perteneciente a la Virtud de la Justicia y a todas sus derivadas, especialmente la Religión y la Piedad, sobre la que recae de manera más inmediata y principal.

¡Qué distinto es, por ejemplo, practicar el Culto de Dios únicamente bajo el impulso de la Virtud de la Religión, que nos lo presenta como Creador y Dueño Soberano de todo cuanto existe, a practicarlo por Instinto del Don de Piedad, que nos hace ver en Él a un Padre Amoroso que nos Ama con Infinita Ternura! Las cosas del servicio de Dios –Culto, Oración, Sacrificio, etc.- se cumplen casi sin esfuerzo alguno, con exquisita perfección y delicadeza: se trata del servicio al Padre, no ya sólo al Dios de Tremenda Majestad.

Y aún en lo referente a las mismas cosas materiales ¡cómo cambia el panorama! Todas ellas –incluso el lobo, los árboles, las flores y la misma muerte- son hermanas nuestras (S. Francisco de Asís).

Este Don se proyecta sobre todo lo que se relaciona con Dios: la Sagrada Escritura, porque contiene Su Palabra; los Bienaventurados, que Lo Poseen en la Gloria; las almas del Purgatorio, que se Purifican para Él; los hombres de la tierra, que caminan hacia Él.

EFECTO QUE ESTE DON PRODUCE EN EL ALMA

1. Una gran ternura filial hacia el Padre que Está en el Cielo: «Porque no habéis recibido el espíritu de esclavitud para reincidir de nuevo en el temor, antes habéis recibido el espíritu de filiación adoptiva, por el que clamamos ‘Abbá’, ¡Padre! El mismo Espíritu Da Testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios» (Rom. 8, 15-16).

2. Nos hace penetrar en el Misterio de la Vida Íntima de Dios, dándonos un sentimiento vivísimo, transido de respeto y adoración, de la Divina Paternidad con respecto del Verbo Eterno. El alma se complace con inefable dulzura en el Misterio de la Generación Eterna del Verbo, que constituye, si es lícito hablar así, la Felicidad misma de Dios. Aquí, el alma siente la necesidad de callar, de anonadarse, y de amar, sin más lenguaje que el de la adoración y las lágrimas.

3. Un filial abandono a los brazos del Padre Celestial: no pide nada ni rechaza nada en orden a su salud o enfermedad, vida corta o larga, consuelo o arideces, energía o debilidad, persecuciones o alabanzas, etc. Se abandona totalmente y lo único que pide y ambiciona es Glorificarle y que todos los hombres reconozcan su filiación Divina adoptiva y se comporten como verdaderos hijos de Dios.

4. Nos hace ver en el prójimo a un hijo de Dios y hermano de Jesucristo.
Los Frutos del Espíritu Santo que deben atribuirse directamente al Don de Piedad son la Bondad y la Benignidad; e indirectamente la Mansedumbre, en cuanto aparta los impedimentos para los actos de Piedad.

VICIO OPUESTO A ESTE DON

La dureza de corazón, que nace del amor desordenado de nosotros mismos, pues este amor hace que no seamos sensibles más que a nuestros propios intereses y nada nos afecte sino lo que se relaciona con nosotros.
Un alma que no puede llorar sus pecados, al menos con las lágrimas del corazón, tiene mucho d impiedad o de impureza. Es una desgracia cuando en Religión se estiman más los talentos naturales y adquiridos que la Piedad; cuando se hace mucho más caso de un espíritu capaz de atender muchos negocios que de todas esas pequeñas devociones, que son, dicen, “cosas de mujeres”.

MEDIOS PARA FOMENTAR ESTE DON

1. Cultivar en nosotros el espíritu de hijos adoptivos de Dios: nunca se insistirá bastante en fomentar en nuestra alma este espíritu de filial confianza y abandono en brazos de nuestro Padre Amorosísimo. Dios es nuestro Creador, será nuestro Juez a la hora de la muerte, pero ante todo y sobre todo, es siempre nuestro Padre.

2. Cultivar el espíritu de fraternidad con todos los hombres: este es quizá, el medio más difícil, pero Dios nos lo Manda: «Ámense los unos a los otros como Yo los he Amado» (Jn. 13, 34), y el Apóstol Pablo escribe: «Todos sois hijos de Dios por la Fe en Jesucristo; porque cuantos en Cristo habéis sido Bautizados, os habéis Revestido de Cristo. No hay ya judío ni griego, no hay siervo o libre, no hay hombre o mujer, porque todos sois Uno en Cristo Jesús» (Gál. 2, 26-28).

3. Considerar todas las cosas, aún las puramente materiales, como pertenecientes a la Casa del Padre, que es la Creación entera. A qué distancia del pecado, que es siempre una especia de sacrilegio contra Dios o las cosas de Dios, nos pondría esta actitud tan cristiana, tan religiosa y tan meritoria delante de Dios.

Resumen del capítulo 10, de “El gran Desconocido. El Espíritu Santo y Sus Dones”, del Padre Antonio Royo Marín O.P.

Para la mayor Gloria de Dios

Semper Mariam In Cordis Tuo.

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