Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
.DONES DEL ESPÍRITU SANTO: 
DON DE CIENCIA.

Es un Hábito Sobrenatural Infundido por Dios con la Gracia Santificante, por el cual la inteligencia del hombre, bajo la Acción Iluminadora del Espíritu Santo, juzga de las cosas Creadas en orden al Fin último Sobrenatural.

No se trata de la ciencia humana o filosófica, que da conocimiento de las cosas por raciocinio natural. Ni tampoco de la Ciencia Teológica que deduce las Verdades Reveladas por Dios valiéndose también del raciocinio. Es la recta estimación de la presente vida temporal en orden a la Vida Eterna por una Ilustración especial del Espíritu Santo, es decir, que alcanza a juzgar de todo lo Creado con una Luz superior a la simple razón.

El Don de Ciencia reside en el entendimiento, lo mismo que la Fe, a la que Perfecciona.
Y como las cosas Creadas pueden relacionarse con nuestro último Fin, sea impulsándonos hacia él, como también apartándonos del mismo -por el pecado-, este Don da al hombre justo el recto juzgar en ambos sentidos, es decir, nos muestra qué camino seguir y cuál no. También se extiende el Don de Ciencia a las Cosas Divinas, Procedentes de Dios, según aquello de S. Pablo: «Lo invisible de Dios, Su Eterno Poder y Divinidad, son conocidos mediante las criaturas» (Rom. 1, 20).

NECESIDAD DEL DON DE CIENCIA

Es absolutamente necesario para que la Fe pueda llegar a su plena expansión y desarrollo. Sin él, incluso peligraría, pues sin poder relacionar las cosas Creadas a nuestro último Fin, fácilmente erraríamos el camino -como lo hemos experimentado por el pecado-.

EFECTOS DE ESTE DON EN NUESTRA ALMA

1) Como se dijo, ayuda a relacionar las cosas Creadas con el último Fin: «¡Cuan vil me parece la tierra, exclama S. Ignacio de Loyola, cuando contemplo el Cielo!» La nada de las cosas Creadas, contemplada a través del Don de Ciencia, hacía que San Pablo las estimase todas como basura con tal de ganar a Cristo (Fil. 3, 8). La Belleza de Dios, reflejada en la hermosura y fragancia de las flores, obligaba a S. Pablo de la Cruz a decirles entre transportes de amor: «Callad, florecitas, callad...». Y este mismo sentimiento es el que daba al pobre de Asís aquel sublime sentido de fraternidad universal con todas las cosas Salidas de las manos de Dios: el hermano sol, el hermano lobo, la hermana flor...

2) Nos guía ciertamente acerca de lo que tenemos y no tenemos que creer. Un alma, iluminada por este Don, tiene instintivamente el sentido de la Fe, aquel por el cual instintivamente se da cuenta si una devoción, una doctrina, un consejo, una máxima cualquiera, está de acuerdo, o no, con la Verdadera Fe.

3) Nos inspira el modo más acertado de conducirnos con el prójimo en orden a la Vida Eterna. Nos enseña qué hacer y cómo hacerlo; qué hablar y cómo hablarlo, etc.

4) Nos desprende de las cosas de la tierra. Es consecuencia lógica de aquel recto juzgar de las cosas. El Don de Ciencia da a los Santos esa visión profunda sobre la necesidad del desprendimiento absoluto que admiramos, por ejemplo en un S. Juan de la Cruz. Para el alma Iluminada con el Don de Ciencia, la Creación es un libro abierto donde descubre sin esfuerzo la nada de las criaturas y el todo del Creador.

5) Nos llena de contrición y arrepentimiento de nuestros pasados errores y pecados.

VICIOS QUE SE OPONEN A ESTE DON

La ignorancia, la cual puede ser culpable, ya sea por ocupar voluntariamente nuestro espíritu en cosas vanas o curiosas, o aun en las ciencias humanas sin la debida moderación, dejándonos absorber excesivamente por ellas y no dando lugar al estudio de la ciencia más importante, que es la de nuestra propia Salvación o Santificación. Sea esto por una vana presunción, confiando en nuestra propia ciencia y luces. De ello nos avisa el mismo Señor Jesucristo: «Gracias Te Doy, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las Revelaste a los pequeños» (Mt. 11, 25).

MEDIOS PARA FOMENTAR ESTE DON

Luego de los medios generales siempre necesarios -recogimiento, fidelidad a la Gracia, oración, etc.-, he aquí otros igualmente importantes:

1) Considerar la vanidad de las cosas terrenas.

2) Acostumbrase a relacionar con Dios todas las cosas Creadas.

3) Oponerse enérgicamente al espíritu del mundo. Huyamos de las reuniones mundanas, donde corren como moneda legítima palabras y acciones totalmente contrarias al Espíritu de Dios. También renunciemos a espectáculos y diversiones tantas veces saturados de espíritu malsano.

4) Ver la mano de la Providencia Divina en el gobierno del mundo y en todos los acontecimientos sean prósperos o adversos de nuestra vida. Nunca conseguiremos esto del todo, hasta que actúe en nuestra alma el Don de Ciencia y sobre todo, el Don de Sabiduría. Es Dogma de Fe que Dios Cuida con Amorosa Providencia de todos nosotros, aunque no acertemos muchas veces a descubrir Sus secretos Designios por los cuales Dispone o Permite ciertas situaciones en la vida.

5) Preocuparse por la pureza del corazón. Hay estrecha relación entre la guarda del corazón y en cumplimiento exacto de nuestros deberes con las Iluminaciones de lo Alto: «Soy más entendido que los ancianos, dice el Salmista, si guardo Tus Preceptos» (Sal 118, 100).

Resumen del capítulo 12, de “El gran Desconocido. El Espíritu Santo y Sus Dones”, del Padre Antonio Royo Marín O.P.

Para la mayor Gloria de Dios.
Semper Mariam In Cordis Tuo.


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