Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
.MIRAD A MARÍA.
«Ustedes, los que comprenden que en el flujo y reflujo de este siglo flotan en medio de las borrascas y tempestades en vez de pisar en tierra firme, tengan fijos los ojos en nuestra Estrella, María, para no perecer en la tormenta. Si los vientos de las tentaciones se desencadenan y chocan con los escollos de las tribulaciones, miren a la Estrella; invoquen a María.
Si se sienten sacudidos por las olas del orgullo, de la ambición, de la maledicencia, de la envidia, miren a la Estrella; invoquen a María. Si la cólera, la avaricia o la codicia asaltan vuestra frágil alma, levanten los ojos a María. Si abrumados por la enormidad de vuestras culpas, y confundidos por las llagas repugnantes de vuestra conciencia, o espantados por el horror del Juicio que les espera, comienzan a sumergirse en el abismo de la tristeza y la desesperación, piensen en María. En los peligros, en las angustias y en el tormento de las dudas, piensen en María; invoquen a María.
Que María no se separe nunca de vuestros labios ni de vuestro corazón. Y para tener los Sufragios de Sus Oraciones, no olviden los Ejemplos de Su Vida. Siguiéndola no se extraviarán; invocándola, no caerán en la desesperación; contemplándola, no se equivocarán; con Su Apoyo, no podrán caer; bajo Su Protección, no hay por qué temer; Conducidos por Ella, no se fatigarán; si les es Propicia, llegarán seguramente a Puerto» (S. Bernardo, Obispo y Doctor de la Iglesia).
«Oh Señora, me has robado el corazón. Y yo te pregunto: ¿Dónde lo has puesto? ¿No lo habrás escondido en tu Corazón, por temor de que yo lo encuentre?
Oh, Robadora de Corazones,¿Cuándo me devolverás el mío? ¿Quieres quedarte con el para siempre?
Cuando yo Te lo pido, Tú sonríes, y Tu sonrisa me tranquiliza.
Pero, vuelto en mí, si Te lo vuelvo a pedir, me abrazas, oh Dulcísima.
Entonces, embriagado de Tu Amor, ya no pienso en mi corazón,
y no sé pedirte otra cosa que el Tuyo.
Desde este momento mi corazón se encuentra tan embargado por Tu Dulzura, que Te lo doy, para que Tú lo guíes y para que lo coloques en el Corazón de Tu Hijo» (Ricardo de San Lorenzo, Monje)
Semper Mariam In Cordis Tuo.

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