.FE ADULTA.
Quiero compartir contigo un fragmento de
la homilía que Benedicto XVI pronunció con motivo de la clausura del año
Paulino (29-6-2009). Léelas con detenimiento, pues continúan siendo actuales
(las frases en rojo, fueron remarcadas por mí).
“En el cuarto capítulo de la Carta –a los efesios-, el Apóstol nos dice que con Cristo tenemos que alcanzar la edad adulta, una humanidad madura. No podemos seguir siendo "niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina" (4, 14). Pablo desea que los cristianos tengamos una Fe "responsable", una fe "adulta". La palabra "Fe adulta" en los últimos decenios se ha transformado en un eslogan difundido. Con frecuencia se entiende como la actitud de quien no escucha a la Iglesia y a sus pastores, sino que elige de forma autónoma lo que quiere creer y no creer, es decir, una fe "hecha por uno mismo".
Esto se interpreta como "valentía" para expresarse en contra de Magisterio de la Iglesia. En realidad para esto no es necesaria la valentía, porque se puede siempre estar seguro del aplauso público.
En cambio la valentía es necesaria para unirse a la Fe de la Iglesia, incluso si ésta contradice al "esquema" del mundo contemporáneo.
A esta falta de conformismo de la Fe, Pablo llama una "Fe adulta". Califica en cambio como infantil el hecho de correr detrás de los vientos y de las corrientes del tiempo. De este modo forma parte de la Fe adulta, por ejemplo, comprometerse con la inviolabilidad de la vida humana desde el primer momento de su concepción, oponiéndose con ello de forma radical al principio de la violencia, precisamente en defensa de las criaturas humanas más vulnerables.
Forma parte de la Fe adulta reconocer el Matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida como Ordenado por el Creador, y Restablecido nuevamente por Cristo.
La Fe adulta no se deja transportar de un lado a otro por cualquier corriente. Se opone a los vientos de la moda. Sabe que estos vientos no son el soplo del Espíritu Santo; sabe que el Espíritu de Dios se expresa y se manifiesta en la comunión con Jesucristo. Pero Pablo no se detiene en la negación, sino que nos lleva hacia el gran "sí". Describe la Fe madura, realmente adulta, de forma positiva con la expresión: «actuar según la Verdad en la Caridad» (Ef. 4, 15). El nuevo modo de pensar, que nos ofrece la Fe, se desarrolla primero hacia la Verdad. El poder del mal es la mentira. El poder de la Fe, el Poder de Dios, es la Verdad. La Verdad sobre el mundo y sobre nosotros mismos se hace visible cuando miramos a Dios. Y Dios se nos hace visible en el rostro de Jesucristo. Al contemplar a Cristo reconocemos algo más: Verdad y Caridad son inseparables. En Dios, ambas son una sola cosa: es precisamente ésta la Esencia de Dios. Por este motivo, para los cristianos Verdad y Caridad van unidas. La Caridad es la prueba de la Verdad. Siempre seremos constantemente medidos según este criterio: que la Verdad se transforme en Caridad para ser verdaderos”.
Que el Señor te conceda a ti y me conceda a mí, esta valentía de vivir, defender, y morir en nuestra Fe Católica Apostólica Romana.
“En el cuarto capítulo de la Carta –a los efesios-, el Apóstol nos dice que con Cristo tenemos que alcanzar la edad adulta, una humanidad madura. No podemos seguir siendo "niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina" (4, 14). Pablo desea que los cristianos tengamos una Fe "responsable", una fe "adulta". La palabra "Fe adulta" en los últimos decenios se ha transformado en un eslogan difundido. Con frecuencia se entiende como la actitud de quien no escucha a la Iglesia y a sus pastores, sino que elige de forma autónoma lo que quiere creer y no creer, es decir, una fe "hecha por uno mismo".
Esto se interpreta como "valentía" para expresarse en contra de Magisterio de la Iglesia. En realidad para esto no es necesaria la valentía, porque se puede siempre estar seguro del aplauso público.
En cambio la valentía es necesaria para unirse a la Fe de la Iglesia, incluso si ésta contradice al "esquema" del mundo contemporáneo.
A esta falta de conformismo de la Fe, Pablo llama una "Fe adulta". Califica en cambio como infantil el hecho de correr detrás de los vientos y de las corrientes del tiempo. De este modo forma parte de la Fe adulta, por ejemplo, comprometerse con la inviolabilidad de la vida humana desde el primer momento de su concepción, oponiéndose con ello de forma radical al principio de la violencia, precisamente en defensa de las criaturas humanas más vulnerables.
Forma parte de la Fe adulta reconocer el Matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida como Ordenado por el Creador, y Restablecido nuevamente por Cristo.
La Fe adulta no se deja transportar de un lado a otro por cualquier corriente. Se opone a los vientos de la moda. Sabe que estos vientos no son el soplo del Espíritu Santo; sabe que el Espíritu de Dios se expresa y se manifiesta en la comunión con Jesucristo. Pero Pablo no se detiene en la negación, sino que nos lleva hacia el gran "sí". Describe la Fe madura, realmente adulta, de forma positiva con la expresión: «actuar según la Verdad en la Caridad» (Ef. 4, 15). El nuevo modo de pensar, que nos ofrece la Fe, se desarrolla primero hacia la Verdad. El poder del mal es la mentira. El poder de la Fe, el Poder de Dios, es la Verdad. La Verdad sobre el mundo y sobre nosotros mismos se hace visible cuando miramos a Dios. Y Dios se nos hace visible en el rostro de Jesucristo. Al contemplar a Cristo reconocemos algo más: Verdad y Caridad son inseparables. En Dios, ambas son una sola cosa: es precisamente ésta la Esencia de Dios. Por este motivo, para los cristianos Verdad y Caridad van unidas. La Caridad es la prueba de la Verdad. Siempre seremos constantemente medidos según este criterio: que la Verdad se transforme en Caridad para ser verdaderos”.
Que el Señor te conceda a ti y me conceda a mí, esta valentía de vivir, defender, y morir en nuestra Fe Católica Apostólica Romana.
Semper Mariam In Cordis Tuo.
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