.MUÉSTRAME A TU DIOS.
«Tú me dices: “Muéstrame a tu Dios”; yo te diré a
mi vez: “Muéstrame tú al hombre que hay en ti, y yo te mostraré a mi Dios”.
Muéstrame, por tanto, si los ojos de tu mente ven y si oyen los oídos de tu
corazón.
Ven a Dios los que son capaces de
mirarlo, porque tienen abiertos los ojos del espíritu. Porque todo el mundo
tiene ojos, algunos los tienen oscurecidos y no ven la luz del sol. De la misma
manera, tienes tú los ojos de tu alma oscurecidos a causa de tus pecados y
malas acciones.
El alma del hombre tiene que ser pura, como un
espejo brillante. Cuando en el espejo se produce el orín, no se puede ver el
rostro de una persona; de la misma manera, cuando el pecado está en el hombre,
el hombre ya no puede contemplar a Dios.
Pero puedes sanar, SI QUIERES. Ponte en manos del
Médico, y Él punzará los ojos de tu alma y de tu corazón. ¿Qué Médico es Éste?
Dios, que Sana y Vivifica mediante Su Palabra y Su Sabiduría. Pues por medio de
la Palabra y de la Sabiduría se Hizo todo. Efectivamente, la Palabra
del Señor Hizo el cielo, El Aliento de Su boca, Sus Ejércitos. Su Sabiduría
está por encima de todo: Dios, con Su Sabiduría, Puso el fundamento de la
tierra; con Su Inteligencia, Preparó los cielos; con Su Voluntad, rasgó los
abismos, y las nubes derramaron su rocío.
Si entiendes todo esto, y vives Pura, Santa y Justamente,
podrás ver a Dios; pero la Fe y el Temor de Dios han de tener la absoluta preferencia
en tu corazón y entonces entenderás todo esto. Cuando te despojes de lo mortal
y te revistas de la inmortalidad, entonces verás a Dios de manera digna. Dios
Hará que tu carne sea inmortal con su alma, y entonces, convertido en inmortal,
verás al que Es Inmortal, con tal de que ahora creas en Él» (S., Teófilo de
Antioquía, Obispo).
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