.ESTRECHA ES LA PUERTA.
(Mt. 7, 13)
Oramos y parece que el Cielo no nos escucha.
Muchas veces, cuando nos toca una prueba, sea falta de salud, de trabajo, la pérdida de un ser querido, entramos en esa oscuridad que a nuestro cuerpo llena de stress, y a nuestra alma de amargura.
Y allí es cuando viene a nuestra memoria las palabras de Jesús: «Pasad por la Puerta estrecha», Puerta que generalmente relacionamos con ese dolor, con esa pena, con esa adversidad. ¡Y es la Verdad! Pero no es toda la Verdad. Porque una vez que el Señor nos pone la Cruz al hombro, la verdadera prueba, además de cargarla, consiste en nunca dejar de amar a Jesús. Fácil se dice cuando las adversidades son duras pero relativamente manejables. Pero cuando ya no somos nosotros los que manejamos el timón de nuestro barco, que es nuestra vida, ahí comenzamos a experimentar la Verdad de nuestra Fe.
¿Seremos de los que prefirieron entrar por la puerta ancha, es decir, de los que lanzaron a un lado la Cruz, abandonaron su Fe Católica por otra que les endulce los oídos? ¿O abrazamos más fuerte el madero, y aunque el dolor sea intenso, la incertidumbre del futuro sea manifiesta, el Cielo parezca cerrado a nuestra súplica, aún así, le decimos a Jesús "contigo siempre"?
Que el Señor me dé la Gracia y también te la dé a ti, para comprender que cuando nuestra alma entra en la noche, de ninguna forma es porque Jesús se olvidó de nosotros, sino que Quiere, que esa noche sirva para que nuestra Fe madure, para que ya no busquemos las cosas de Dios, sino al Dios de las cosas. Como enseña S. Juan de la Cruz en su libro "Subida al Monte Carmelo", estas pruebas no son una puerta para salir del mundo, son un camino para encontrar a Dios. Para que se cumpla en nosotros aquello de S. Pablo: ««Antes sí erais tinieblas, pero ahora, sois Luz por el Señor. Vivid como hijos de la Luz» (Ef. 5, 8). Que así sea.
Semper Mariam In Cordis Tuo
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