HEME AQUÍ, EN TU CORAZÓN
Verdaderamente soy, ¡ay de mí!, el hijo pródigo. He disipado Tus Bienes, los Dones naturales y Sobrenaturales, y me he reducido a la más miserable de las condiciones, porque huí lejos de Ti, que Eres el Verbo por Quien todas las cosas fueron Hechas y sin Ti todas las cosas son malas, porque son nada.
Y Tú Eres el Padre Amorosísimo que me Acogiste con Alegría cuando, enmendado de mis errores, volví a Tu Casa, busqué de nuevo Refugio a la sombra de Tu Amor y de Tu Abrazo. Tú volviste a tenerme por hijo, me Admitiste de nuevo a Tu Mesa, me Hiciste otra vez partícipe de Tus Alegrías, me nombraste como en otro tiempo heredero Tuyo...
Tú eres mi Buen Jesús, el Mansísimo Cordero que me Llamaste Tu amigo, que me Miraste Amorosamente en mi pecado, que me Bendijiste cuando yo Te maldecía; desde la Cruz Oraste por mí, y de Tu Corazón Traspasado por la lanza Hiciste brotar un chorro de Sangre Divina que
me Lavó de mis inmundicias, Limpió mi alma de sus iniquidades; me Arrancaste de la Muerte Muriendo por Mí, y Venciendo a la Muerte me Trajiste la Vida, me Abriste el Paraíso.
¡Oh Amor, oh Amor de Jesús! A pesar de todo, y por fin, este Amor ha Vencido: estoy Contigo, ¡oh Maestro mío, oh Amigo mío, oh Esposo mío, oh Padre mío! ¡Heme aquí en Tu Corazón!
Dime, ¿qué quieres que haga?» (S. Juan XXIII, Papa).
««¡Oh Señor, que yo padezca Contigo para ser Contigo Glorificado!» (Rom 8, 17).
Semper Mariam In Cordis Tuo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario