El Cristiano, ¿un conformista?
«No amen al mundo, ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el Amor
del Padre no está en él» (1 Jn 2; 15): lo que muchas veces hemos hablado, no
poner nuestro corazón, posesión, interés, en las cosas de esta vida por sí
mismas, fuera de Dios. Por eso dice “el Amor del Padre no está en él”, porque
en el corazón no hay lugar para Dios.
S. Juan dice en otro lugar: «En
esto está la confianza que tenemos en Él: en que si pedimos algo según Su
Voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos,
sabemos que tenemos conseguido lo que le pedimos» (1 Jn 5; 14-15).
¿Cuál es la bisagra aquí?
Pedir según Su Voluntad.
Pero como de ordinario no
tenemos manifiesta esa Voluntad, entonces seguimos el ejemplo del mismo Jesús:
«Si es posible…pero no se haga como Yo Quiero, sino como Quieras Tú». Así lo
entendieron los Santos y por eso eran felices. Ellos querían lo que Dios
Quería, y no querían lo que Dios no quería. De esa forma, siempre veían
cumplidos sus deseos.
Todo esto parece redundante,
pero hoy día es necesario hacerlo materia de continua meditación, pues,
¿cuántas veces este mundo exitista nos ha hecho perder el rumbo?
El cristiano no es una persona
conformista, sino conformada, es decir, hecha a la forma de su Modelo, que es
Jesús. Esto era lo que hacía decir a S. Pablo: «No soy yo el que vive, sino que
es Cristo el que vive en mí». Ver a Pablo, era ver a Cristo. Y este Bendito
Señor, dijo: «¿De qué sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?» Y en
otro lado: «El que ama su vida (según venimos diciendo), la pierde; y el que
odia (es decir, el que ama menos) su vida en este mundo (que es pasajero) la
guardará para una Vida Eterna» (Jn. 12; 25).
Luego dice: «Si alguno Me
sirve, que Me siga, y donde Yo esté, allí estará también Mi servidor» (Jn 12;
26)
Si leemos los versículos
anteriores y posteriores, tenemos el contexto de lo que se está refiriendo.
Dice:
«En Verdad, en Verdad os digo:
si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da
mucho fruto» (v24). «Ahora Mi alma está turbada. ¿Y qué voy a decir? ¡Padre,
líbrame de esta hora! ¡Pero si he llegado a esta hora para esto!»(v.27).
Nos está hablando, pues, de la
Cruz (He llegado a esta hora para esto). De la Cruz Redentora (Si el grano
muere, da mucho fruto).
Por otro lado, la exhortación
“que me siga”, recuerda inmediatamente aquella otra invitación: «El que quiera
seguirme, tome su cruz cada día, y que Me siga». Hablando en singular, como
decíamos una vez, porque en la práctica no son muchos los que aceptan
voluntariamente esta forma de seguimiento.
Así vemos que ese estar donde
Él está, es la Cruz que poco después abrazaría con amor Ardiente; Cruz que
también nosotros debemos abrazar con el mismo ardiente querer. Y para que nadie
crea que esto es locura, o sufrimiento inútil o masoquista, se nos hacen dos
Promesas: este “morir” a nosotros mismos y al mundo por la Cruz que Dios Quiera
darnos, «da mucho Fruto» (nótese que Jesús habla en presente); y luego dice que
por servirle de ese modo, «el Padre nos honrará». ¿De qué manera? Con la Vida
Eterna.
Algunos rechazan todo esto,
porque quieren alegría, alivio, bonanza…todo ahora y no luego. Pero este es un
razonamiento muy pobre. Un momento de renuncia, por una Eternidad de Alegría.
Un momento de sufrimiento, por una Eternidad de alivio y salud.
No hay paciencia para aguardar,
es ahora o ya no vale; como si no nos estuviéramos acercando rápidamente a esa
Eternidad cada día y cada momento que pasa.
Por eso los cristianos, por eso
tú y yo, ni somos conformistas, ni somos tristes. Vemos la vida con los ojos de
la Fe; trascendemos lo sensible, lo material, y ponemos cada cosa en su justo
lugar. «Pedís y no recibís, dice el Apóstol, porque pedís mal, con la intención
de malgastarlo en vuestras pasiones»(Sant. 4; 3).
Y nos advierte: «¿No sabías que
la amistad con el mundo, es enemistad con Dios?» (Sant. 4; 4).
Semper Mariam In Cordis Tuo.
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