NUESTRA SEÑORA DEL SANTO ROSARIO
«Si la contemplación cristiana no puede prescindir de la
Palabra de Dios, también el Rosario, para que sea oración contemplativa, debe
brotar siempre del silencio del corazón como respuesta a la Palabra, según el
Modelo de la Oración de María. Bien mirado, el Rosario está todo él entretejido
de elementos tomados de la Sagrada Escritura. Está, ante todo, la enunciación
del Misterio, hecha preferiblemente, con palabras tomadas de la Biblia. Sigue
el Padrenuestro: al dar a la oración una orientación "vertical", abre
el alma de quien reza el
Rosario a una correcta actitud filial, según la
invitación del Señor: "Cuando oréis decid: Padre..." (Lc 11, 2). La
primera parte del Avemaría, tomada también del Evangelio, nos hace volver a
escuchar cada vez las Palabras con que Dios se Dirigió a la Virgen mediante el
Ángel, y las palabras de Bendición de Su prima Isabel. La segunda parte del Avemaría
resuena como la respuesta de los hijos que, dirigiéndose suplicantes a su
Madre, no hacen sino expresar su propia adhesión al Plan Salvífico Revelado por
Dios. Así el pensamiento de quien reza está siempre anclado en la Escritura y
en los Misterios que en ella se presentan.
En el mundo actual, tan dispersivo, esta oración ayuda a
poner a Cristo en el centro, como hacía la Virgen, que Meditaba en Su Corazón
todo lo que se decía de Su Hijo, y también lo que Él Hacía y Decía.
Cuando se reza el Rosario, se reviven los momentos importantes y significativos de la Historia de la Salvación; se recorren las diversas etapas de la Misión de Cristo. Con María, el corazón se orienta hacia el Misterio de Jesús. Se pone a Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestro tiempo, de nuestras ciudades, mediante la contemplación y la meditación de Sus santos misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria.
Que María nos ayude a acoger en nosotros la Gracia que procede de estos Misterios para que, a través de nosotros, pueda difundirse en la sociedad, a partir de las relaciones diarias, y purificarla de las numerosas fuerzas oscuras, abriéndola a la Novedad de Dios. En efecto, cuando se reza el Rosario de modo auténtico, no mecánico y superficial sino profundo, trae paz y reconciliación. Encierra en sí la Fuerza Sanadora del Nombre Santísimo de Jesús, invocado con Fe y con amor en el centro de cada Avemaría.
Cuando se reza el Rosario, se reviven los momentos importantes y significativos de la Historia de la Salvación; se recorren las diversas etapas de la Misión de Cristo. Con María, el corazón se orienta hacia el Misterio de Jesús. Se pone a Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestro tiempo, de nuestras ciudades, mediante la contemplación y la meditación de Sus santos misterios de gozo, de luz, de dolor y de gloria.
Que María nos ayude a acoger en nosotros la Gracia que procede de estos Misterios para que, a través de nosotros, pueda difundirse en la sociedad, a partir de las relaciones diarias, y purificarla de las numerosas fuerzas oscuras, abriéndola a la Novedad de Dios. En efecto, cuando se reza el Rosario de modo auténtico, no mecánico y superficial sino profundo, trae paz y reconciliación. Encierra en sí la Fuerza Sanadora del Nombre Santísimo de Jesús, invocado con Fe y con amor en el centro de cada Avemaría.
María es el Modelo de la vida cristiana. A Ella pido
sobretodo que les permita caminar con decisión y alegría por el Camino de la
Santidad, siguiendo las huellas de tantos luminosos Testigos de Cristo…
El Rosario es oración contemplativa y Cristocéntrica,
inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura. Es la oración del
cristiano que avanza en la peregrinación de la Fe, en el seguimiento de Jesús,
precedido por María. Deseo invitarlos, queridos hermanos y hermanas, a rezar el
Rosario.
Que la diaria meditación de los Misterios de Cristo en unión
con María, la Virgen Orante, nos fortalezca a todos en la Fe, en la Esperanza y
en la Caridad» (Benedicto XVI, Obispo Emérito de Roma).
Semper Mariam In Cordis Tuo.
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