Convertíos, Convertíos de vuestra mala conducta
(Ez. 33, 11)
Me diréis:... «¿Quién puede, por sí mismo, salir del pecado?». Sí, verdaderamente, el pecado más grande es el amor al pecado, el deseo de pecar. Sal, pues, de este deseo..., detesta el pecado y verás como sales de él. Si tú detestas el pecado, has encontrado a Cristo. A los que detestan el pecado Cristo les Perdona las faltas esperando poder arrancar la raíz de nuestros malos hábitos.
Pero vosotros decís que incluso esto es mucho para vosotros y que sin la Gracia de Dios le es imposible al hombre detestar su pecado, desear la Justicia y quererse arrepentir: «¡Dad gracias al Señor por Su Misericordia, por las Maravillas que hace con los hombres!» (Sal 106,8)... Señor, Sálvame de la dejadez de espíritu y de la tempestad... Oh Señor, de Mano Poderosa, Jesús Todopoderoso, Tú has Liberado a mi razón del demonio de la ignorancia y arrancado mi voluntad de la peste y sus codicias, libera ahora mi capacidad de actuar a fin de que con Tus Santos Ángeles pueda yo también «ejecutar Tus Órdenes, pronto a la voz de Tu Palabra» (Sal 102,20). Así sea» (Isaac de Stella, Monje).
Semper Mariam In Cordis Tuo.
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