Esta es una página de difusión de la Fe Cristiana a la luz del Magisterio de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

«Es impensable que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da Testimonio y Anuncia». (B. Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, nº 24)
Dios mío, perdón

«¡Dios mío, perdón! Perdón por las ofensas de mi infancia, por las de mi Juventud, por tantos horribles pecados, por las ofensas de mi edad madura…por todas las que he cometido hasta el día presente, hasta esta hora... ¡Ay de mí, Dios mío! No hay día, hora ni instante por los que no deba darte gracias sin medida…Ayúdame, Dios mío, a dar Muerte en mí al hombre Viejo, vil, tibio, ingrato, infiel, débil, indeciso, languidecido, y «Crea en mí un corazón Nuevo», cálido, animoso, reconocido, fiel, fuerte, decidido, enérgico... Yo Te Consagro todos los instantes de esta segunda parte de mi vida... Haz que mi futuro sea lo contrario del pasado, que lo redima, que lo emplee todo en hacer Tu Voluntad, que todos sus instantes Te Glorifiquen en la medida que lo exige Tu Voluntad. Amén». (B. Charles de Foucauld, Religioso y Mártir).
Semper Mariam In Cordis Tuo.
SER TODO DE DIOS

«Hermanos, examinen con atención sus moradas interiores, abran los ojos y consideren cual es vuestro mayor amor...
¿Qué es lo que temes dándote? ¿Perderte? Al contrario, es rechazando darte que te pierdes. El mismo Amor se expresa por boca de la Sabiduría y con una palabra apacigua el desasosiego en la que te mete esta palabra: “¡Date a ti mismo!” Si alguien quisiera venderte un terreno te diría: “Dame tu dinero”. Escucha lo que te dice el Amor por boca de la Sabiduría: “Hijo, dame tu corazón” (Prov 23,26). Tu corazón estaba mal cuando era tuyo; eras presa de las malas pasiones. ¡Quítalas de ahí! ¿Dónde llevarlas? ¡A quién ofrecérselas? “Hijo, ¡dame tu corazón!” dice la Sabiduría. Que sea mío, y no lo perderás…
“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser” (Mt 22,37)… El que te Creó, te Quiere todo entero».
"Arrojad de vosotros todas las transgresiones que habéis cometido, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo" (Ez. 18, 31).
"¿Quién puede decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?" (Prov. 20, 9).
Yo "os Daré -nos dice el Señor-, un corazón Nuevo y pondré un espíritu Nuevo dentro de vosotros; Quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os Daré un corazón de carne" (Ez. 36, 26).
Semper Mariam In Cordis Tuo.
ORAR SIEMPRE


«Deseamos mucho orar, pero después, fracasamos. Es entonces cuando nos desanimamos y renunciamos. Si quieres orar mejor, debes orar más. Dios acepta el fracaso, pero no Quiere el desánimo. En la oración cada día Quiere más que seamos como niños, cada vez más humildes, cada vez más llenos de agradecimiento.

 Ama orar. La oración dilata el corazón hasta que éste sea capaz de recibir el Don de Dios que es Él mismo. Pide, busca, y tu corazón se ensanchará hasta el punto de recibirle, de tenerle en ti como tu Bien.

Oremos por los que no oran». (Sta Teresa de Calcuta, Religiosa y Fundadora).

Semper Mariam In Cordis Tuo.
EL SUFRIMIENTO TIENE VALOR


«En el Calvario se nos ha ofrecido un Testimonio absoluto de lo que significa "ser para" los otros, en Obediencia Amorosa a la Voluntad de Dios.
En la Cruz, Dios ha invertido el significado del sufrimiento: éste, que era fruto y testimonio del pecado, se ha convertido, ahora, en Participación de la Expiación Redentora Realizada por Cristo.
Me dirijo (...) a todos los que llevan sobre los hombros la cruz pesada del sufrimiento. Queridísimos hermanos y hermanas: ¡Tened ánimo! Vosotros tenéis que desarrollar una tarea altísima: estáis llamados a "completar en vuestra carne lo que falta a los Padecimientos de Cristo, en favor de Su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24). Con vuestro dolor podéis afianzar a las almas vacilantes, volver a llamar al camino recto a las descarriadas, devolver serenidad y confianza a las dudosas y angustiadas. Vuestros sufrimientos, si son aceptados y ofrecidos generosamente en unión de los del Crucificado, pueden dar una aportación. de primer orden en la lucha por la victoria del Bien sobre las fuerzas del Mal, que de tantos modos insidian a la humanidad contemporánea.
En vosotros Cristo prolonga Su Pasión Redentora. ¡Con Él, si queréis, podéis Salvar al mundo!» (13-4-80)
Semper Mariam In Cordis Tuo.

TÚ ERES MI DIOS


«Yo, Señor, en Ti confío; digo: Tú eres mi Dios» (Sal 31, 14).
«Sometámonos, pues, a Su Espléndida y Gloriosa Voluntad, e, implorando humildemente Su Misericordia y Benignidad, Refugiémonos en Su Clemencia, abandonando las obras vanas, las riñas y la envidia, cosas que llevan a la muerte. Seamos, pues, hermanos, humildes de espíritu; abandonemos toda soberbia y altanería, toda insensatez, y pongamos por Obra lo que está Escrito, pues Dice el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza, quien se gloríe, que se gloríe en el Señor, buscándolo a Él y Obrando el Derecho y la Justicia, recordando sobre todo las Palabras del Señor Jesús, con las que Enseña la Equidad y la Bondad.
En efecto, Él dijo: Sed misericordiosos y alcanzaréis Misericordia; perdonad y seréis Perdonados; como vosotros hagáis, así se os Hará a vosotros; dad y se os Dará; no juzguéis y no seréis Juzgados; en la medida en que seáis benignos, experimentaréis la Benignidad; con la medida con que midáis se os Medirá a vosotros.
Ajustemos nuestra conducta a estos Mandatos y así, obedeciendo a Sus Palabras, comportémonos siempre con toda Humildad. Dice, en efecto, la Palabra de Dios: En ése pondré Mis ojos: en el humilde y el abatido que se estremece ante Mis Palabras (Is. 66, 2)» (S. Clemente Romano, Papa y Doctor de la Iglesia).
Semper Mariam In Cordis Tuo.
NUESTRA SEÑORA DEL SANTO ROSARIO


«Oh Rosario Bendito de María, Dulce Cadena que nos une con Dios, Vínculo de Amor que nos une a los Ángeles, Torre de Salvación contra los asaltos del Infierno, Puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás.
Tú serás, María, nuestro Consuelo en la hora de la agonía. Para Ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será Tu suave Nombre, oh Reina del Rosario... Madre nuestra querida, Refugio de los pecadores, Soberana Consoladora de los tristes. Que seas Bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el Cielo» (B. Bartolomé Longo).
Semper Mariam In Cordis Tuo.